Lomas y fuentes Carrionas
“Y héteme otra vez aquí después
de haberme dado cuerda al corazón con el aire libre de las cumbres, héteme otra
vez aquí, en la ciudad, en el vaho de la ramplonería humana teniendo que
soportar el que al lado mío se hable de nuestras diferencias con Francia a
propósito de lo de Marruecos o de las cogidas de Vicente Pastor”. Miguel de Unamuno
Definía el paisaje Fernando González Bernáldez (catedrático y ecólogo español del siglo XX), de una manera sintética, como la “percepción multisensorial de un sistema complejo de relaciones ecológicas”. Directa o indirectamente, una serie de factores interactúan generando el paisaje de forma continuada a lo largo del tiempo.
Entre esos elementos perceptibles
de manera directa, el paisaje se puede dividir en tres grupos según su origen
sea físico, biológico o humano: Son los componentes abióticos, bióticos y
antrópicos, los cuales aparecen por este mismo orden desde el origen de
Los paisajes naturales, poco o nada modificados por el hombre (aunque a decir verdad, no creo que exista paisaje que de uno u otro modo no haya sido transformado por nuestra especie), poseen gran variedad estética o morfológica, pudiendo enumerarse entre ellos zonas de montaña, bosque caducifolio, mediterráneo…
Esa variabilidad en el concepto de paisaje no se debe únicamente al contraste entre una y otra zona, sino que en una misma franja podemos encontrar diferencias según la época del año, por poner un ejemplo.
Según estas teorías, lo que percibe un observador situado en una zona de gran panorámica, no es otra cosa que el resultado de la interacción de diversos componentes paisajísticos, formando la perspectiva que él ve como paisaje.
Y ahí quiero llegar para explicar las sensaciones de este recorrido por la alta montaña palentina.
Desde que comencé, ya hace muchos años,
esta relación sentimental con
Cardaño de Arriba es un pequeño pueblo
palentino, uno más de esta zona montañosa donde la carretera tiene su fin, una
vía que lo une con la “civilización” en el desvío que parte desde Puente Agudín,
otro emblemático paraje, referentes ambos para aquellos conocedores de
Ajeno a esto me encamino, tras dejar mi coche en Cardaño, hacia el lago Las Lomas. Quería volver a visitar estos puntos emblemáticos de la montaña que antaño tanto había recorrido. Todo lo encontré como la última vez, nada parecía haber cambiado pese a los años. Ahí seguían sus cimas, los arroyos con sus cascadas, los rebecos mirándome desde el borde de la carretera enfilando tras ello hacia el Espigüete. El sendero remonta un arroyo que serpentea haciendo pozas y bonitas cascadas a cada paso para sortear cada escollo con el que se encuentra, sólo algunos abedules parecían querer unirse para formar un bosque, sin llegar a concederle tan distinción, pese a que su sombra en un pequeño tramo a la vuelta fue muy reconfortante. Por la pista, las señales que marcan el recorrido hacia el lago se encuentran vandalizadas; parece que un oso se entretuvo semanas atrás en mordisquearlas, tratando con ello (o eso quiero pensar) de mantener lo más en secreto posible el territorio por el que deambula ante el empuje del montañero que, pese a ello, conoce bien su camino y no se ve despistado por esa treta del plantígrado. Quien sabe si ese oso no sería el infortunado animal que encontró la muerte semanas atrás en un lance con la hembra en la cercana peña Santa Lucía. Sea el animal que fuere, el oso sabe mantener la distancia con el montañero y el buen amante de las montañas sabe también convivir con el plantígrado sin causarle molestias. Es una buena relación. El paisaje ha ido cambiando paulatinamente en su periplo hacia el lago, entre el matorral una vez cruzado el arroyo de las Lomas (aquel que he seguido y que parte desde el mismo lago al que me dirijo) encuentro también rastros de otro gran depredador de nuestras montañas, el lobo ibérico. La vista del lago es un espectáculo en sí misma que hace merecer la pena todo el esfuerzo habido hasta él. El paisaje no es ni mejor ni peor que los que nos hemos ido dejando atrás, o los que nos faltan por divisar, simplemente es diferente. Dentro de las cristalinas aguas los tritones jóvenes parecen gravitar sin esfuerzo. Altas cumbres grisáceas bordean el lago, aunque no todo él, porque hacia el valle desde el que vengo se abren para dejar caer el agua de la gran cubeta glaciar y formar ese arroyo que he venido siguiendo.
Estoy en el punto al que quería llegar, el fin de la primera parte de la excursión, todo cuesta arriba, para tras el reposo y comer algo de fruta junto al lago retornar por el mismo camino de nuevo hasta el coche. Pero un desvío, una senda que en zig-zag trepaba por la ladera hacia el alto de Fuentes Carrionas empezó a entonar su grito de llamada, un silente clamor que no podía dejar de escuchar y mi mente empezó a empujarme hacia el pedrero en cuestión. No me podía negar.
El ascenso a pleno sol era feroz, pero la débil senda jitada en amplios zig-zags lo allanaba un poco. El esfuerzo, no obstante, era recompensado a cada paso con las vistas del lago bajo mis pies, cada vez más lejano, abriendo a cada curva un horizonte mayor. Pero eso no era lo mejor, conocía la recompensa que me esperaba y es a por ello a lo que iba. Ahí estaban los Picos de Europa, desplegados ante mí en lo más alto del sendero. Bajo mis pies, pero mirando al lado contrario del que venía, un nuevo lago se mostraba en todo su esplendor. Descansando allí se encuentra la laguna de Fuentes Carrionas, ese otro lago palentino que recoge las aguas en su cubeta para formar el río Carrión.Ya solo quedan unos pocos pasos por el pedrero para alcanzar la cumbre propuesta, el punto más elevado antes de que la nomenclatura empiece su galimatías situando cada piedra en una u otra provincia del mapa en función del lugar donde se haya posado en su caída. Estoy en el alto de Fuentes Carrionas, dos mil cuatrocientos y pico metros de montaña que cae a pico hacia la laguna del mismo nombre. Frente a mi tengo el pico Tres Provincias y Peña Prieta, junto a Pico del Infierno, unidos por una senda que divide en cordal a la laguna sobre la que me encuentro de otra que, casi en simetría, se puede vislumbrar si alcanzas ese sendero. Un leve giro de cabeza sitúa ante mi a los Picos de Europa, y poco a poco, a cada rotación, mi vista se ve recompensada por diferentes panorámicas, distintos paisajes allá donde pose mi mirada.
¿Son estos mejores o más bellos que
aquellos otros que dejé atrás? No creo que sea comparable el tranquilo paisaje
que se divisa desde el lecho del lago con el de la visión de las montañas que
desde el punto donde me encuentro diviso. Esta perspectiva es mucho más amplia y
recoge en ella esos paisajes únicos, sin cuya singularidad no sería nada. Cada
uno de esos paisajes no tiene una frontera con el de al lado, sino una
continuidad que lo va extendiendo. El paisaje no divide, sino que une; es el
ser humano quien se empeña en fragmentar, en acotar, lo que para
https://es.wikiloc.com/rutas-senderismo/alto-de-fuentes-carrionas-106945855
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