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Mostrando las entradas etiquetadas como fauna

De enemigos, odios, polarizaciones y sus inocentes víctimas

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       En su libro sobre el lobo ibérico, un referente para cualquier naturalista o aficionado al medio natural, Ramón Grande del Brío desgrana, entre otras cosas, las perspectivas de futuro para el lobo con pesimismo. Alude a la humanización   y a la antropogenización de los paisajes como factores incompatibles con la supervivencia de especies salvajes, pero no olvida los postulados filosóficos por los que se guía la sociedad industrial a la hora de plantearse dicha conservación de la fauna. Ejemplifica esto último con los fundamentos de que “tienden a considerar legítimo como logro el ajardinamiento o artificialización del entorno, sin conocer siquiera una de las reglas más elementales de la ecología, que proscribe la manipulación del mismo. La naturaleza guarda sus propias reglas y, desde luego, en palabras de Bacon, <<se la domina obedeciéndola>>”. No olvida en ese mismo capítulo de su libro el problema de los vallados: “el simple hecho de que ex...

Habituados a nosotros

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      Nos movemos ajenos al medio natural, al planeta, sin ser conscientes de que no somos otra cosa que parte del mismo, un complemento de la naturaleza que ha ido evolucionando hasta convertirse en el monstruo que hoy somos. Somos ese dragón que va creciendo dentro de una cueva hasta que la gruta se va quedando cada vez más pequeña, no por la oquedad en sí, que permanece igual que al principio, sino por el desmesurado crecimiento del dragón que cobija. Llegará un momento, ya no estamos lejos, en el que creceremos tanto como dragón, que la cueva no podrá guarecernos y reventará ante semejante empuje, enterrándonos bajo toneladas de roca que hemos ido poco a poco desgajando desde el interior para abrirnos hueco mientras seguíamos creciendo sin control.     La naturaleza no es una creación divina instaurada para nuestro goce y disfrute, es algo que ha evolucionado junto a nosotros y que hemos ido modificando, domesticando incluso, con el fin de facili...

Cervus Elaphus

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      Primeros de octubre en la montaña palentina, ya lleva varias semanas instalado el otoño aunque aún el arbolado caducifolio no lo llega a manifestar de manera visual, pero el clima va estimulando a la estación con sus primeras heladas matinales y las abundantes lluvias con las que contamos este año.     En ciertos lugares los paseos montañeros van acompañados, sobre todo en horas alejadas a las centrales del día, del clamor de la berrea. Los machos de ciervo común pugnan por la supervivencia de sus genes, en principio imponiendo su vozarrón, para hacerse con el harén de hembras que lleve a buen fin su impronta en los desvalidos cervatillos que nacerán ya en primavera. Si eso no ahuyenta a quienes opten por cortejar al mismo grupo de ciervas, la exhibición de la cuerna hará que el incauto invasor de su territorio desista al verse más débil que el dueño de esos pagos. Pero no siempre eso funciona cuando el que quiere optar al mismo harén se ve con...

Primeros ecos del otoño en la montaña

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      Día gris con fina llovizna y viento, la temperatura ha descendido notablemente en pocos días tras el sofocante verano, aunque aún estamos inmersos en esa estación ya que no llega a cumplirse la primera quincena de septiembre. Los prados lucen con un tapiz de flores moradas, son los "quitameriendas" (colchicum montanum)  típicos de la estación que se anuncia.     Nada me augura que tan pronto pueda escuchar a la montaña despedir el verano, me aúpo por la pista hacia el valle contiguo desde el que ahora domino un extenso paisaje de cumbres de la media montaña palentina, salpicadas de frondosos valles entre cordal y cordal hasta que la muralla de peña labra y tres mares cierra el horizonte a más de dos mil metros de altura, ya cubiertos por las nubes. Y ahí está el sonido más salvaje emergiendo del bosque que queda frente a mí: un lejano berrido que encuentra respuesta no muy lejos de donde yo me encuentro. ¡Ha comenzado la berrea del ciervo!...

El mundo desde el balcón de las golondrinas

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      Tras cesar la lluvia, salgo de mi casa dejando fuera del nido a las volanderas golondrinas, a las que sus padres ya alimentan una a una mientras observan el mundo que se les abre posadas sobre unos cables cercanos, hasta donde llegan en estos primeros vuelos. Los prados están crecidos y algunos caballos se alimentan de las tiernas hierbas de final de primavera. Al fondo se ven las altas montañas de la sierra más cercana a la meseta, esas primeras elevaciones de contornos redondeados que rondan los 2000 metros y que hoy, con las nubes hechas jirones sobre ellas y tapando sus formas, semejan montañas más agresivas y salvajes recortándose en el horizonte.     En la pista me topo con bastantes babosas cruzándola a paso lento, desplazándose de manera casi imperceptible, y algunos rastros dejados por el zorro que ha señalizado su marcha para que todos lo veamos, poniendo excrementos sobre piedras o en el lugar más visible de la pista. Hay una huella ...

El duende del bosque

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      “La conservación de los recursos naturales es el problema fundamental. A menos que resolvamos ese problema, nos servirá de poco resolver todos los demás”. T. Roosevelt.            No queda mucho ya para que empecemos a escuchar en el bosque unos roncos ladridos que muchos asociarán a algún perro que esté por ahí deambulando. Esa ladra es para el verano lo que la berrea es para el otoño, el pistoletazo de salida para la estación estival dando fin a la primavera. Aunque es frecuente escuchar en cualquier época ese ladrido peculiar, ya que es su voz de alarma (tanto de machos como de hembras) que, cuando lo escuchas, puedes estar casi seguro que es motivada por tu presencia. Pero aún estamos empezando la primavera y es la época en la que la hembra del corzo da a luz a los pequeños corcinos, habitualmente dos, tal y como se especifica en la enciclopedia de la fauna de Félix Rodríguez de la Fuente, siendo raros los partos triples o ...

La vuelta de Perséfone y el renacer

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“Oí mil concertadas notas en la arboleda reclinado, en ese ánimo apacible cuando pensamientos gratos traen a la mente pensamientos tristes.”  W. Wordsworth     Aún no ha llegado el momento del equilibrio entre la luz y las sombras, pero la balanza está casi estable; el equinoccio de la primavera es inminente y la naturaleza se engalana a la vez que pone música para recibir a Perséfone, tras su estancia  con Hades en su lúgubre gruta, reuniéndose con Deméter, su madre y diosa de la Tierra. Desde la cama antes de levantarme, ya escuché un canto familiar que me hizo abrir la ventana para disfrutar de las idas y venidas de las primeras golondrinas a voz en grito, mientras dos parejas de colirrojo tizón juguetean en el patio con rápidos vuelos, ajenos a las cercanas acrobacias de las golondrinas. Veo algunos carboneros sobre los tejados saltando de teja en teja mientras muy cerca, varios mitos revolotean entre las ramas aún desnudas del arbolado que delimita el arroyo. N...

¡What a wonderful world!

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Simplemente eso: https://clipchamp.com/watch/xadSOUYRLui  

20 segundos. Historia detrás de una fotografía.

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      Es una foto más, en poco difiere de otras muchas que tengo o que ese mismo día he sacado. El trasfondo es un bosque otoñal, un arroyo y el atardecer. Pero tras ese encuadre hay una historia que dura los 20 segundos en los que el obturador estaba abierto para capturar toda la luz que me interesaba y darle al arroyo ese toque algodonoso que tan vistoso queda.     Algo se escucha tras de mí mientras coloco la cámara en la posición que creo adecuada. Estoy rodeado de un inmenso bosque: el monte Hijedo. Todo lo que me envuelve son hayas, robles, avellanos, acebos o tejos, bajo los cuales hay un fondo arbustivo de lo más variado, incluso en los recodos donde el hayedo no ha ocultado totalmente la luz del sol y el sotobosque ha podido prosperar. El arroyo, pese a las lluvias que en toda España han estado cayendo sin cesar estas semanas, no trae el caudal que yo pensaba, asemejándose más al de principios de otoño, antes de que las lluvias lo alimenten....

Berrea

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      Escucho a un ciervo desde mi ventana proclamar con voz ronca su pequeña parcela y me evoca recuerdos de hace muchos años, casi veinte, desde la primera vez que asistí involuntariamente a la berrea del ciervo en la montaña palentina. Aquél día, como otros muchos, caminaba solo mientras la tarde se iba echando encima para conocer más a fondo un territorio que esa misma mañana había descubierto. Rodeado de montañas cubiertas en su cara más septentrional de extensos hayedos y la más meridional por un espeso robledal, caminaba buscando nuevas perspectivas que me dieran a conocer más a fondo ese singular paraje. En el interior del bosque algo resonaba, un sonido animal que rápidamente asocié al ganado vacuno tan frecuente y numeroso en estas montañas del norte de España, pero al auparme hasta una atalaya que sobre el bosque me situaba en el centro del paisaje, ese sonido era ya un clamor que enmudecía cualquier otro reclamo de las montañas. Ahí descubrí que no era ga...