¿CAVIAR EN ESPAÑA? LOS EFECTOS DE PONER BARRERAS A LA NATURALEZA.

 

    “Las vallas no solo afectan al mundo animal, sino también a los procesos en los ecosistemas… Todavía nos queda mucho que aprender sobre el impacto de las vallas” Andrew F. Jakes, Biólogo de vida silvestre en el instituto Smithsonian.

 

    Coria del Río, en Sevilla, mantuvo desde los años ’30 del siglo XX una fábrica de caviar. Hasta entonces, se consumía el esturión (o sollo) y sus huevas eran despreciadas para servir quizás de aperitivo a los lustrosos cerdos del lugar.

    Tras conocer el enorme interés que ciertas personas mostraban por ese despreciado alimento, una familia se decidió a situar allí una factoría, contratando incluso a un experto ruso para ponerlo al frente de la misma (Theodor Classen). Hasta dicha factoría se trasladaban los infortunados peces vivos, para una vez en el lugar extraer las huevas, filetearlos y ahumar su carne.

    Entre los meses de diciembre y abril, cuando mayor caudal presentaban sus aguas, el esturión remontaba el Guadalquivir  hasta unos 40 kilómetros río arriba de la ciudad de Sevilla donde, en sus fondos lo suficientemente profundos, con la oxigenación adecuada y algo de corriente, depositaban su caviar. De ahí salían unos alevines que tras uno o dos años en el río, marchaban hacia el mar, donde seguir adquiriendo madurez hasta que, tras 10 o 15 años, retornaban al Guadalquivir a desovar.   

    El salmón es otro pez migratorio que utiliza la misma técnica de remontar los ríos para sus puestas. Las anguilas por el contrario, revierten esa técnica haciendo sus desoves en el mar y utilizando los ríos para su crecimiento. Las anguilas fueron frecuentes en nuestros ríos años atrás, hoy sólo se hallan en la franja costera.

    El propio Classen advirtió de lo que iba a suceder al conocer que se había construido, casi a la vez que la fábrica, una presa en Alcalá del Río.

    A partir de ahí, el esturión no pudo volver a remontar el río hasta su zona de freza impedido por el embalse, utilizando para ello durante algún tiempo alguno de los afluentes del Guadalquivir o haciéndolo en algún caso antes de llegar a la presa. Hay numerosos factores que causan la extinción de especies y todos ellos suelen ir unidos, pero en este caso, a la contaminación por los residuos vertidos al río, la sobrepesca y otros factores, fue clave la citada presa del embalse, una barrera que impidió que este pez pudiera completar su ciclo reproductivo remontando el río tal y como había hecho desde siempre. En “La Naturaleza en Peligro”, Miguel Delibes de Castro dedica un episodio a este hecho, del que he sacado los datos y que recomiendo leer para una información más precisa y mejor explicada.

    Por esa misma senda camina el salmón en los cursos fluviales del norte de España y, pese a las muchas voces que alertan de su declive, con el salmónido se siguen cometiendo los mismos errores que nos privaron del caviar español. David Álvarez en su blog naturaleza cantábrica explica mejor que nadie el declive y sus causas.

    Si bien las presas en los ríos son, como en este caso en concreto, causantes de la desaparición de una especie en nuestros cursos de agua, los cambios en la dinámica fluvial de los cursos acuáticos provocan a su vez serios problemas sobre los que poco a poco vamos conociendo las consecuencias de situar en el río dichas barreras; por exponer sólo uno de los problemas a mayores digamos la disminución de la capacidad de transporte de sedimento del río. El problema de los desoves tienen fácil solución situando rampas al efecto, tal y como se ve en numerosos ríos  (como el Cares), pero eso solamente soluciona ese inconveniente en concreto, y deja de lado los otros muchos que se derivan de los embalses.

    Vías de comunicación o vallados cinegéticos constituyen otro tipo de barreras que estamos también acostumbrados a ver y que impiden la normalidad en las relaciones naturales en el medio donde se ubican. Un zorro, por ejemplo, no tendría mucho problema en sortear un vallado que cerca un coto de caza, pero un ciervo o un oso no lo tienen tan fácil, para ellos es una barrera casi infranqueable en muchos casos. Una simple carretera puede separar para siempre poblaciones de anfibios y otros pequeños animales, la autovía podría constituirse como el cementerio para el lobo dispersante que quiere colonizar nuevos territorios, tal y como le dicta su instinto. El aislamiento de poblaciones en reductos pequeños supone un serio riesgo de consanguinidad en la especie, lo que con el tiempo deriva en enfermedades y menor número de nacimientos, para finalmente desaparecer de esas islas artificiales creadas por nosotros sin pensar en las consecuencias que ello ocasiona.


    Cuando todo esto comenzó, no se conocía el impacto que sobre el medio natural podría  tener, sin embargo hoy día se sabe perfectamente cual es el resultado de estos actos, y quien no lo sabe es porque voluntariamente se tapa los ojos para no verlo. Aún así el proceso destructivo continúa sin tregua, nadie gasta un euro más en situar pasos para fauna o hacer corredores naturales, la vida en el planeta está siempre muy por debajo de la economía.

    Mientras tanto se sigue atendiendo a la “sabiduría popular”, que se considera buena por llevar desde el medievo o épocas anteriores realizándose. Habrá sin duda en algunos casos usos ancestrales que sean positivos, pero otros muchos ya no lo son. La gente mata al lobo porque se ha hecho así siempre, mata una culebra porque es una culebra y es dañina según las creencias medievales, mata al oso por prestigio al igual que los caballeros medievales hacían. No se piensa, simplemente se termina con todo aquello que sea salvaje por el simple hecho de serlo. De nuevo aludo a David Álvarez y el ejemplo de los gorriones en China expuesto en su blog que, tras descubrirse que el hecho de exterminarlos no solo no contribuyó a la mejora de la agricultura, sino que incluso causó una grave crisis y mortandad de la población, aún años después muchos de los que vivieron aquello seguían matando gorriones por que sí, es lo que habían aprendido, lo que les habían dicho y lo tenían tan asimilado que no consideraban otra cosa que no fuera aquello. Toda idea va evolucionando a medida que se adquieren conocimientos más precisos sobre ella, pero si se quieren mantener ciertas costumbres, es mejor limitar los conocimientos, controlar el aprendizaje para que no se ponga en duda aquello que se quiere mantener y, a aquellos que las rebatan, demonizarlos, lincharlos mediáticamente para que ese sector de la población no acceda a tales discernimientos que incomodan, al haber sido de antemano puestos en entredicho sin otra razón que la de provenir de alguien ajeno a su pueblo, su estirpe, su región… “No tienen que venir de la ciudad a decirnos cómo hacer las cosas” es el ejemplo más clásico que se escucha.

    ¿Qué sentido tienen esos vallados que cortan en parcelas inmensas extensiones de bosque, que mirado desde las cumbres parece natural? Hemos logrado volar, salir de nuestro planeta y vivir en el espacio, construimos rascacielos inmensos, pero somos incapaces de protegernos del lobo o del oso sin erradicarlo. Me parece que en lo concerniente a la naturaleza, lo que no queremos es pensar, nos vale todo lo antiguo, pese a las consecuencias que estamos empezando a ver para el planeta, nuestra casa.

Modificar la naturaleza hoy, con 7.500 millones de habitantes, no tiene las mismas consecuencias que hacerlo en el medievo, cuando se estima que en 1350 habría 350 millones de habitantes (con una caída poblacional de alrededor, según las estimaciones, de la mitad de los habitantes planetarios debida a la peste negra en esos años).

    Estamos tan habituados a ver y traspasar estos vallados en la naturaleza, que no nos damos cuenta del impacto que, para los procesos biológicos, ocasionan. Quizás haya barreras que no se puedan, o no se deban por diversos motivos, eliminar, pero hay otras muchas que podrían erradicarse de nuestras montañas, de nuestros campos o de nuestros ríos, para así favorecer de nuevo que la naturaleza fluya como lo hacía antes de que el ser humano la dividiera.

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