El mamífero más grande de Europa. Nuestro bisonte
Queda curvo el firmamento,
compacto azul, sobre el día.
Es el redondeamiento
del esplendor: mediodía.
Todo es cúpula. Reposa,
central sin querer, la rosa,
a un sol en cenit sujeta.
Y tanto se da el presente
que el pie caminante siente
la integridad del planeta.
Jorge Guillén, perfección.
El año 1927 no solo dio nombre en España a una generación literaria, fue también el año en el que el bisonte europeo se extinguió del medio natural.
Pocos años antes, la primera guerra mundial terminó con la población de Bialowieza, una de las dos que habían sobrevivido hasta el siglo XIX; ésta y la del Cáucaso perduraron debido a la voluntad de los reyes, tanto polacos cono rusos, convirtiendo el bosque de Bialowieza en un coto de caza real, un bosque protegido para el disfrute de la nobleza desde el siglo XV en el que se cobijaban cientos de bisontes y otras especies. Las tropas alemanas que ocuparon esa región de Europa terminaron con la vida de centenares de bisontes para alimentarse, pese a las advertencias de los científicos a sus mandos sobre el precario estado de conservación de esa especie. La postguerra hizo el resto, terminando con los pocos que quedaron los propios habitantes del lugar para su sustento. El último fue abatido furtivamente en tras la gran guerra. Era el último bisonte europeo de llanura en libertad.
Similares hechos sucedieron a la población del Cáucaso, donde la guerra civil y la colectivización soviética impuesta en el campo desataron una hambruna que dio con la fatal consecuencia para el bisonte europeo caucásico, abatido furtivamente en 1927. Ya solo quedaban ejemplares de esta especie en algunos zoológicos.
Y fue desde esos núcleos zoológicos desde
donde se inicio la recuperación del bisonte europeo con un programa de cría en
cautividad que, en 1952, liberó en el bosque de Bialowieza sus dos primeros
bisontes europeos. A partir de ahí, se fueron liberando ejemplares en los
lugares donde históricamente había tenido poblaciones en estado salvaje, como
Rumanía en 1958, Países Bajos en 1976, República Checa, Moldavia, Francia, Alemania,
… Son en toral 20 países europeos los que acogen las poblaciones de bisonte europeo en una suma de unos
Para simplificar algo, ya que la historia es bastante más compleja, la cría de este animal se hizo separando dos líneas genéticas, una con los bisontes de llanura, y la otra mezclando los de llanura con un ejemplar del Cáucaso. Recomiendo leer al respecto el post de crónicas de fauna que expongo al final, donde entre otras muchas informaciones explica un poco el galimatías habido por el proceso de cría en cautividad.
En España se inician en el año 2010 proyectos para criar al bisonte europeo con el fin de fijar población en el medio rural, compatibilizando uso turístico y recuperación de la especie. Si bien lo de fijar población en el medio no creo que haya dado resultado (ni sé por qué habría de darlo, a parte de algún puesto de trabajo), los otros usos sí funcionan y, aunque persiste ahí siempre la sombra de que se puedan estar en algún caso criando para tener bonitos trofeos de caza, no dudaremos de la buena intención de quienes asumen esta empresa. Todos estos bisontes están en estado de semi-libertad, protegidos en cercados y bajo los cuidados de los responsables de dichos núcleos. Resolver la duda de por qué no los hay en libertad en nuestro país es un tema controvertido, en primer lugar porque España no fue nunca un territorio donde este animal vivió en estado salvaje. Las pinturas de Altamira, por ejemplo, muestran a un bisonte diferente, el bisonte de Estepa. El bisonte europeo es, a diferencia del anterior, más propio de zona boscosa, unos bosques que no son espesos y donde se alternan prados y pantanos en los claros. Eso le da a este animal un carácter más generalista en cuanto a la alimentación, tratándose de un ramoneador que se alimenta de hojas, brotes o cortezas el cual no desdeña tampoco pastar en los prados o espacios abiertos.
La deforestación que acució a Europa desde el Neolítico fue poco a poco terminando con el bisonte europeo, que contaba con tres subespecies (de llanura, del Cáucaso y de los Cárpatos). Con esa alteración en su hábitat y la facilidad provocada por ello para los cazadores, entre 1790 y 1852 se terminó con el bisonte de los Cárpatos (B. b. hungarorum), las otras subespecies no corrieron aún esa suerte al ser su caza privilegio, como antes expuse, de la realeza en las regiones que ocupaban.
El bisonte europeo se extendió desde Asia hacia la zona septentrional de Europa, hace unos 9.000 años. Hoy hay estudios que indican que nuestro bisonte es en realidad un híbrido entre el extinto y arcaico bisonte estepario (Bison priscus) y el también extinto uro euroasiático (bos primigenius), evento originado hace unos 120.000 años. El propio Linneo tuvo sus dudas y clasificó al ganado doméstico como Bos Taurus, y al bisonte europeo como bison bonasus. Esto, como todo, generó controversia y entre las dos corrientes que se formaron (una considerando uros y bisontes como miembros de la misma especie, y otra que exponía que en la antigüedad había dos especies, por un lado bisonte y por otro el Uro) durante el siglo XIX, se resolvió la polémica nombrándose, a la vista de varios descubrimientos, al uro como una especie que se denominó Bos primigenius.
¿Veremos bisontes en libertad en España?
Hasta el momento podemos ver bisontes únicamente en cercados controlados, y tratados como si fuese ganado. Es un recurso, como se ha dicho, turístico y de conservación hacia una especie que está aún en proceso de recuperación. El por qué no dejarlos a su libre albedrío en las montañas de nuestro país es muy fácil: Para que una especie extinta vuelva a introducirse en el medio en el que habitaba han de cumplirse varios parámetros; el primero es que esa especie ya haya estado en ese lugar con anterioridad, y ese es el primero de los parámetros que ya no se cumple como antes expuse. Si bien los estudios indican que nuestro actual bisonte europeo es en parte descendiente del bisonte estepario, el hecho es que este último, el estepario o bison priscus, estuvo en la península ibérica y al aparecer el europeo, nunca llegó a colonizar nuestros pagos. Es aquél el que sale en los dibujos de nuestras cuevas. El priscus vivió al encontrar en el territorio peninsular un ecosistema adaptado a sus características, ecosistema que desde luego ya no tenemos, no por motivos humanos, sino por el cambio climático provocado por la alternancia de periodos glaciares. La última referencia de un bisonte en España data de hace 12.000 años, en Europa se puede datar de hace unos 5.000 años la última referencia de bisonte estepario. En nuestro país nunca ha habido bisonte europeo, o al menos aún no se han descubierto fósiles de ese bicho; lo más cercano sería en Francia, tal y como se data por los fósiles. Con el cambio climático desaparecieron las praderas donde habitaba el bison priscus, lo que a buen seguro terminó poco a poco con la especie, al igual que lo hiciera con sus contemporáneos mamuts o rinocerontes lanudos; pero aún así, si nos centramos en el hecho de introducir al europeo, no contamos tampoco con el hábitat para él, pues es un animal de taiga, que precisa un clima concreto (frío, veranos cortos y poco calurosos, invierno largo y frío, abundante agua…), unos bosques con características específicas que, en España, no tenemos. Pensamos que en el norte de nuestro país podría pervivir, pero aun así, no es posible que habite en libertad en las zonas más “proclives” para su especie dado que el propio ser humano ocupa dichas franjas y en ellas desarrolla su economía, con lo que sería un estorbo, al igual que lo es el lobo por ejemplo para quienes comparten su territorio y sus bienes en zona lobera. Los conflictos serían un problema. El bisonte no es animal de montaña, no habita zonas escarpadas como pueda ser un rebeco y las únicas zonas del norte de España en las que podría vivir en cierto estado salvaje está en los lugares más escarpados de nuestra cordillera, junto al oso, al rebeco o al lobo, y ese no es el lugar idóneo para la especie. Esto no quiere decir que sea malo tener cercados con estos animales, pues es una especie que está en un cuello de botella con riesgo de consanguinidad elevado, por ello, pese a que
Hay muchas opiniones al respecto de personas con grandes conocimientos en estos temas y, de esos informes los hay en sentidos opuestos también, con lo que aquí no puedo expresar más que una opinión demasiado modesta para tenerse en cuenta, pero que al ser este blog una creación mía, creo que debo exponerla con toda libertad:
El hecho de recuperar especies en un territorio donde ya se han extinguido es demasiado complejo como para hacerlo sin más estudio que una idea romántica sobre renaturalización. Creo que cada pieza del hábitat es fundamental para el mismo, y si una desaparece, el tablero se desequilibra y la propia naturaleza ha de buscar la manera de reequilibrar de nuevo ese sistema. Devolver al medio una de esas piezas que lleva faltando demasiado tiempo, provocará de nuevo cambios que el sistema deberá de absorber y adaptar para lograr un nuevo equilibrio, que ya había logrado tras su ausencia. Para mi, el hecho de que los animales vuelvan a ocupar sus hábitats es algo fundamental, pero creo que ha de ser de manera natural, con la única ayuda por nuestra parte de permitírselo creando corredores naturales, dejándoles más espacio y conectándolo. Es ahí donde debemos de gastar todos nuestros recursos. ¿Por qué llevar lobos de nuevo a sierra morena, por ejemplo?, dejemos que la propia especie se vaya expandiendo, ya llegará, pero facilitémoslo eliminando barreras, creando zonas salvajes, uniendo naturaleza. Llevar a una especie hacia un lugar en el que habitó, pero que, como si se tratase de una isla, es imposible que llegue por sí misma de nuevo, traerá consecuencias al no contar con esa dispersión natural de la especie que evita la endogamia. Y la naturaleza se adapta corrigiendo los errores, a veces de manera dramática. El bisonte europeo está ahora corriendo esos riesgos al ser muy difícil que se conecten los territorios donde los rebaños están presentes, por eso no hay que desestimar la ayuda exterior para introducir animales de reservas como las que tenemos en nuestro país, que refresquen un poco la línea genética.
Todos los bisontes que hay hoy en día en Europa
descienden de 12 animales. Hay dos líneas genéticas: la del Cáucaso, que
proceden de un macho, al que cruzaron con cuatro hembras, y la polaca, de la
que quedaban tres machos, a los que cruzaron también con cuatro hembras. Estas líneas
genéticas no se han mezclado, con lo que hay una mitad de la población de una y
otra mitad perteneciente a la otra, relata Fernando Morán, un especialista para
Seamos de una u otra opinión, da igual, lo importante es la conservación de este animal y procurar que esta se lleve a cabo de la manera más favorable al mismo. Poder ver en España a estos animales de cerca es también un privilegio, como sucede en la palentina localidad de San Cebrián de Mudá, desde donde están sacadas las fotografías que acompañan este escrito. No desaprovechemos la oportunidad.
Como con todo, nadie es poseedor de verdades absolutas, pero el sentido común, siempre ajeno al sentido utilitarista para el ser humano que parece ser lo único que se valora en muchas ocasiones, añadido a los conocimientos y avances científicos, es quien debe de tener todo el peso para decidir si este animal se deja en libertad o no en España. Y hoy día creo que la respuesta es no. Dejémoslo tal y como está, de momento. http://www.eeza.csic.es/documentos/prensa/2021/elsaltodiario.com-Biodiversidad%20El%20bisonte%20ha%20vuelto.pdf
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