La última parte del drama del oso
“El trampero del gobierno que se llevó al Grizzly sabía que había conseguido que Escudilla fuera segura para las vacas. No sabía que había descabezado el chapitel de un edificio que llevaba construyéndose desde que las estrellas de la mañana cantaron juntas por primera vez. (…) Escudilla todavía se alza sobre el horizonte, pero cuando uno la ve ahora ya no piensa en el oso. Ya no es más que una montaña.” (Aldo Leopold: Bocetos de aquí y allá. Escudilla)
Si bien contra los procesos naturales no se puede hacer nada (o no se debe, más bien), sí que hay numerosas iniciativas que el ser humano puede adoptar para que un animal como este continúe perviviendo en su hábitat. Ya existen un sin fin de estudios que muestran a quien desea conocer más sobre el oso pardo cantábrico, cuáles son sus características y peculiaridades, al igual que hay muchos que te indican los porqués de su desaparición hasta los años noventa y las medidas a tomar para evitarla, antes de que suceda lo mismo que con el oso que habitaba en los pirineos. Camille fue el último oso pirenaico, dado por muerto en 2010 ante la falta de rastros y su edad (25 años), población que a principios de siglo XX contaba con unos 200 ejemplares. En 2004, Canelle, la última osa autóctona, murió, dándose por finalizada la población osera autóctona pirenaica, hoy constituida por ejemplares reintroducidos desde Eslovenia, a partir de 1996/97.
En todo caso, lo primero que se aborda siempre es prohibir. ¿Hasta qué punto las prohibiciones surten el efecto deseado?:
Establecer zonas de reserva integral, por ejemplo, donde nadie pueda estar, para que el oso no tenga contacto alguno con el ser humano y por ello, el hombre no condicione su vida con molestias hacia la especie es de las primeras opciones que se barajan cuando se sabe que hay osos en la zona, sobre todo hembras con crías del año. Si bien esto es lo ideal para cualquier animal, pues el ser humano interfiere siempre en sus escarceos, no hay que olvidar que el ser humano, como una especie más que es, forma también parte de la naturaleza, y esa “naturaleza” ha de conocer al ser humano para saber protegerse. Y no solo eso, somos una especie que modifica el entorno y con ello perjudicamos al resto de los habitantes del planeta, modificaciones que debido al número en crecimiento exponencial de nuestra especie, cada vez son mayores y con más repercusiones en el sistema Tierra. Aislar en entornos deshumanizados al resto de la fauna es imposible, pues tarde o temprano tendrán contacto con el hombre o sus infraestructuras, con lo que sería, en mi opinión, mejor que no se aislara a estas especies de la que domina hoy el mundo para que sepan actuar y convivir adaptándose cada una de las especies a las otras. Simplemente se necesitan espacios donde las actividades humanas sean menores, sobre todo las más dañinas contra la biocenosis.
La fragmentación de los hábitats, la caza furtiva, la introducción de especies exóticas invasoras, destrucción de hábitat,… son estos algunos de los principales enemigos de esta especie en concreto, al tiempo que de todas aquéllas que sabemos que están en peligro de desaparecer. Crear un entorno donde se prohíba el tránsito a pie de personas que respetuosamente y en poco número acuden a disfrutar de espacios naturales en poco o en nada perjudica a una especie. Sí es cierto que se pueden producir encuentros no deseados y ante tales circunstancias, el temor hacia los grandes mamíferos acrecentaría su leyenda negra y podría hacer que la masa inquieta pidiese la cabeza de esta mastofauna, lo cual sería recibido por las administraciones como un acicate para mantenerse si terminan con los animales en cuestión, pero con suficiente información y ciertas precauciones, cualquier encuentro sería casi quimérico. Existen numerosas opciones para acrecentar la supervivencia, como la mejora de infraestructuras que unen poblaciones que, además de impedir el paso de esa gran fauna, ponen en peligro a dichos animales dado el riesgo de atropello que tienen en su natural dispersión hacia otras zonas de alimentación o en busca de nuevas áreas reproductoras, Para ello, sin perder nunca de vista la comodidad y el progreso en nuestras comunicaciones, existen pasos para fauna, corredores naturales o biológicos que conectan ecosistemas y poblaciones evitando que una especie se acantone en un territorio pequeño, así como que la consanguinidad y la escasez de recursos debidos al número ascendente por las reproducciones anuales, debilite y termine con la especie en cuestión. Si bien es cierto que ciertos pasos pueden perjudicar a algunas especies frente a depredadores que puedan usarlos como lugares de caza, tal y como hacen con los pasos naturales que existen (véase el caso de los cocodrilos en las grandes migraciones de África), o ser causa de mortalidad incluso de los propios depredadores debido al furtivismo, otra de las causas del declive de la fauna, un macro corredor minimizaría esos riesgos. Es una opción que debería ser obligatoria cada vez que se inicie un proyecto de obras en infraestructuras, sin perjuicio de iniciar una adecuación en los existentes o situar mayor número de ellos donde aún ni siquiera existan.La ganadería es otro de los problemas que tiene cierta fauna, no por el ganado en sí, pues herbívoros hay y han existido siempre, y en mayor número que hoy en día. Si es un problema para osos o lobos por ejemplo es por el conflicto con el ser humano, pues no entendemos que esas especies son consumidores de carne, depredadores (el oso en menor cuantía, pero también da cuenta de animales si tiene opción), y por ello consumen los recursos de los que disponen en el medio natural, bien sean herbívoros salvajes, o domésticos. El problema es que el único modo de protegerlo que se quiere utilizar es la muerte y desaparición del depredador en las zonas donde existe ganado, zonas en las que el propio ganado es quien invade el territorio salvaje, al que no sabemos proteger, o más bien no queremos al ser más costoso que el hecho de eliminar el supuesto problema.
Los vallados son también otro método de fragmentación del territorio para grandes animales. Esos vallados no están en acotamientos pequeños, sino que ocupan grandes territorios en el medio natural por los que debieran pasar esos osos, y les condiciona a buscar otro camino para su esparcimiento, o a destruir de alguna manera el cercado y continuar con su dispersión natural. Esa dispersión que necesita para su supervivencia, pues colonizando nuevos territorios se enriquece el medio natural y a la propia especie al evitar esa consanguinidad, tal y como se indicó párrafos atrás.
Hablamos de la caza furtiva, lo cual toda persona de bien reconoce que es algo que no debiera haber, y cuya existencia se debe a la normativa que regula la afición de la caza, pues si se siguieran las mismas normas que durante el transcurso de las juntas de extinción de alimañas, cualquiera podría matar cualquier animal de los considerados dañinos (que lo eran prácticamente todos, a excepción de los domésticos o los sometidos a ser cazados). Esa caza furtiva está en la conciencia de todos y no hay más que actuar contra el que comete la infracción, que se publique su pena para que quien tenga pensado hacerlo le de otra vuelta a esa idea sabiendo el riesgo que corre si lo realiza, pero también educar la conciencia desde niños, para que no se vea a los animales como piezas a matar. Dado que hay poco recorrido en el furtivismo, la caza reglada no es tampoco bien recibida por el animal salvaje, pese a los parabienes que desde el sector se proclaman con el fin de que no se elimine su afición. Si bien el ser humano es un animal cazador - recolector desde sus inicios como tal, hoy en día la caza no sirve al hombre para su sustento o abrigo, simplemente alimenta sus ansias de matar a otro ser vivo, independientemente del uso que finalmente se de a ese animal, pues al cazador lo que le importa es el hecho del disparo, nada más, en eso está el “deporte”, es la meta y único fin de su estancia en un territorio natural, pues si disfrutasen del mismo lo harían con todo lo que este territorio dispone a cada uno de los sentidos del que lo admira. Cada disparo roba la esencia al entorno, lo enmudece. Pero no es esta la cuestión para el oso pardo, pieza que no es considerada de caza, el peligro que existe para la especie es el que se lleva viendo desde hace tantos años en España, pues cada batida de jabalí en territorio osero es un riesgo para el oso que por allí se mueva. Año tras año hay accidentes de caza donde un oso muere de un disparo o es herido, al confundirse el que dispara con un jabalí. La supervivencia de la especie debiera de estar por encima de estas aficiones que cada año extraen algún ejemplar del entorno, con lo que allí donde hubiere osos, no debería permitirse la caza para empezar, y a partir de ahí se debería de estudiar las implicaciones éticas de la caza y su repercusión incluso en las poblaciones de los animales que están sujetas a las diferentes vedas y de los cercados en el coto, que más que otra cosa perjudican y hacen casi doméstico al cérvido salvaje que no puede salir y al que se le procura incluso alimento en rigurosos inviernos para que no decrezca la población y así haya más número de ejemplares con el fin de ser disparados.
Simplemente solucionando esto, las poblaciones se recuperarían con rapidez y no haría falta prohibir nada a quien ningún daño hace, bien al paseante, al corredor, al montañero, al ganadero que sabe proteger a su ganado y convivir con él en el entorno, al cazador que deja a un lado la escopeta para admirar el paso del animal al que iba a matar…
La naturaleza es supervivencia, conviven la vida y la muerte, eso es algo irremediable. Pero la muerte, incluso accidental, de un animal que corre riesgo de desaparecer (véase el ejemplo también del bucardo), no deja de ser una catástrofe y evitarla no es difícil, lo difícil es poner los mejores medios para hacerlo, pero siempre se toma la misma medida: restringir su libertad a quien nada hace, beneficiando y protegiendo incluso al que lo daña o perjudica.
Comentarios
Publicar un comentario