NATURCYL '22, 1ªPARTE
De nuevo llega la fecha, el inicio otoñal
nos trae a la montaña los ecos de la berrea y, junto a ese episodio natural,
Castilla y León celebra su feria anual de la naturaleza en Ruesga.
Entre esos enjambres de moscas inicio mi periplo
esos días por la montaña palentina, pues qué mejor que acudir a una feria de la
naturaleza con dicha naturaleza aún reciente en la memoria, por lo que a las
seis de la tarde me adentro en el robledal, camino de un atardecer que nunca es
el mismo, aunque lo observes desde el mismo lugar. Las moscas se agrupan por
centenares a mi alrededor; tengo que andar rápido pues un mínimo respiro, una
parada para atarme la zapatilla, hace que el zumbido se pegue a mi piel; su
incesante búsqueda las lleva a buscar cualquier recodo para posarse, tratan de
meterse en los oídos o en la nariz por lo que mi andar ligero se torna en trote
para evitar que se posen sobre mi poniéndoselo más difícil y soportar durante
menos tiempo ese martirio. Una bocanada de aire debida a la fatiga me hace
abrir los labios y en la aspiración una mosca se cuela directa hasta la
garganta. Proteína para continuar con mi ascenso a la carrera pues, pese a mis
intentos por extraerla del gaznate deteniéndome para escupirla, ésta ya se ha
adentrado lo suficiente como para no escapar y otras tratan de seguirla a esa
guarida que ha ganado su predecesora en cuanto me detengo, con lo que me
sobrepongo y continúo, esta vez sin separar los labios para nada.
Llegar a ese mirador natural siempre es un regalo, pero el atardecer de nuevo me hizo separar los labios de admiración, lo suficiente para que las rezagadas moscas hubieran hallado cobijo en esa oquedad, imposible de cerrar a la vista del sublime paisaje que se abrió ante mi.
No hay palabras para explicar lo que cada segundo cambiaba en el panorama: el sol buscaba su madriguera tras el Espigüete una vez había escapado de las nubes, algo más altas que la línea del horizonte, y cada pequeño paso en su busca era un cambio en la paleta del pintor que dibujaba el cielo, pintando colores que ni el mejor de los artistas que habitan el planeta podría imaginar. Ni siquiera las fotos reflejan lo que allí estaba sucediendo, porque la naturaleza no sólo se percibe con la vista, el sonido va inmerso en el paisaje y sin los sonidos y los silencios de la montaña, ese panorama carecería de sentido. De ahí mi regocijo cuando, en los valles aledaños hacia los que me estaba asomando, varios ciervos saludaban al atardecer con sus bramidos. Son instantes que se deberían guardar para siempre.Ya con las primeras sombras de la noche inicio la vuelta; con esas últimas luces del ocaso camino ligero por el sendero dibujado entre el matorral hasta alcanzar el bosque, donde la noche ya está del todo presente. De nuevo el silencio, sólo roto por sonidos de algún animal que recorre la arboleda e imposible de reconocer ante la falta de luz, me acompaña en el descenso como me sucede en los atardeceres a los que asisto. Las moscas, que con tanta avidez y energía me acompañaron en el ascenso, se cansaron de esperar mi vuelta y huyeron de la fría noche de septiembre, dejando en el ambiente esa nota de sosiego que buscaba en el ascenso y su presencia me negó. La montaña de noche es diferente, la vista no es quien adquiere protagonismo entre los sentidos, en nuestro caso al menos, sino el oído o los aromas. Ese robledal por el que ascendí se torna diferente al caer la noche; una noche como esta, sin luna, donde el firmamento es más protagonista si cabe, mostrando su luminoso fondo, con la vía Láctea aún visible en los cielos tras su protagonismo de agosto. Amparado por el acogedor manto estelar finalizo mi previa a la feria. Mañana comienzan las actividades y tengo que acudir a visitarlo, me han citado para ello.
(en este caso, la ruta es sólo hasta la zona de perapared desde donde se divisa el atardecer, y vuelta al anochecer por el mismo camino, con la salvedad de que ante la noche, decido ir por la pista hacia Perapertú en lugar de recortar por el difuso sendero de la ida y recorrer por carretera el kilómetro escaso hasta el inicio de la ruta)
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