La jubilación del corredor de montaña

Corres por un sendero que sigue la línea de nivel de una ladera. Miras al frente, con la vista puesta a suficiente distancia como para prever los obstáculos que todo atajo natural contiene y anticipar tu paso corrigiendo si fuera necesario tu zancada para, cuando el terreno te lo permite, perder tu mirada por el valle que se abre bajo tus pies hasta elevarse por las vecinas cumbres nevadas de finales del otoño. Un arroyo serpentea cientos de metros bajo tu silueta y en el cielo, el quebrantahuesos corona un paisaje para quien el corredor no es más que un punto de vivos colores que se mueve al ritmo de su propia naturaleza. Pero un buen día, esa silueta que navega al compás de las curvas de nivel, desaparece. Se ha transformado en algo menos llamativo, más lento y cauteloso en su deambular por el paisaje. Una presencia menos frecuente que tampoco se le escapa a aquel quebrantahuesos desde su atalaya en el cielo; una figura que ya no sobresal...