Arcaica actualidad extraída del paisaje. Unamuno y sus "paisajes del alma".

 

    “No se apreciar la Naturaleza más que por la impresión que en mi produce” decía Miguel de Unamuno, por eso quiero dejar aquí este artículo que publicó en 1933, donde quien quiera puede encontrar algunos paralelismos a ciertas “inquietudes” actuales, siempre poniendo como telón de fondo al paisaje. Está recogido del libro Paisajes del Alma, donde se recopilan artículos escritos por Unamuno después de 1922 en su mayor parte, publicado por Alianza Editorial en Madrid, 1979.

    Miguel de Unamuno fue un escritor y filósofo español de la llamada “generación del 98”, nacido en Bilbao en 1864 y fallecido en Salamanca el último día de 1936. Diputado por Salamanca en la segunda república (entre julio de 1931 y octubre de 1933), llegó a proclamar ésta desde el balcón del ayuntamiento de Salamanca el 14 de abril (fuente: Wikipedia), pero decepcionado decide no presentarse a la reelección, expresando públicamente sus críticas, apoyando incluso la sublevación del llamado bando nacional en la Guerra Civil, desencantándose también y arrepintiéndose de ello. En sus últimos días relató:

    En tanto me iban horrorizando los caracteres que tomaba esta tremenda guerra civil sin cuartel debida a una verdadera enfermedad mental colectiva, a una epidemia de locura con cierto substrato patológico-corporal. Las inauditas salvajadas de las hordas marxistas, rojas, exceden toda descripción y he de ahorrarme retórica barata. Y dan el tono no socialistas, ni comunistas, ni sindicalistas, ni anarquistas, sino bandas de malhechores degenerados, excriminales natos sin ideología alguna que van a satisfacer feroces pasiones atávicas sin ideología alguna. Y la natural reacción a esto toma también muchas veces, desgraciadamente, caracteres frenopáticos. Es el régimen del terror. España está espantada de sí misma. Y si no se contiene a tiempo llegará al borde del suicidio moral. (…) Y es deber también traer una paz de convencimiento y de conversión y lograr la unión moral de todos los españoles para restablecer la patria que se está ensangrentando, desangrándose, envenenándose y entonteciéndose. Y para ello impedir que los reaccionarios se vayan en su reacción más allá de la justicia y hasta de la humanidad, como a las veces tratan. Que no es camino el que se pretenda formar sindicatos nacionales compulsivos, por fuerza y por amenaza, obligando por el terror a que se alisten en ellos, ni a los convencidos ni convertidos. Triste cosa sería que el bárbaro, anti-civil e inhumano régimen bolchevístico se quisiera sustituir con un bárbaro, anti-civil e inhumano régimen de servidumbre totalitaria. Ni lo uno ni lo otro, que en el fondo son lo mismo”. (copiado de Wikipedia, de una entrevista a un periodista francés en 1936, mientras se encontraba bajo arresto domiciliario).

 

Que cada cual saque sus propias conclusiones:

 

País, Paisaje y Paisanaje

 

    Esta parrilla…, mejor, esta mano tendida al mar poniente que es la tierra de España. Sus cinco dedos líquidos, ¿Miño-pulgar? ¿Duero-índice? ¿Tajo-el del corazón? Guadiana y Guadalquivir. Y la otra vuelta, la relevante, Ebro, Júcar y Segura y el puño pirenaico y las costas cántabras. Y, sobre ella, sobre esa mano, la palma azul de la mano de Dios, el cielo natural. Y la mano ¿pide u ofrece?

    ¡Y lo que es recorrerla! Cada vez que me traspongo de Ávila a Madrid, del Adaja, cuenca del Duero, al Manzanares, cuenca del Tajo, al dar vista desde el alto del León, mojón de dos Castillas, a ésta, a la Nueva, y aparecérseme como en niebla de tierra el paisaje, súbeseme éste al alma y se me hace alma, no estado de conciencia conforme a la conocida sentencia literaria. Alma y no espíritu, psique y no pneuma; alma animal, ánima. Como esas ánimas que, según la mitología popular católica, vagan separadas de sus cuerpos, esperando en purgatorio la resurrección de la carne. Siento que ese paisaje, que es a su vez alma, psique, ánima –no espíritu--, me coge el ánima como un día esta tierra española, cuna y tumba, me recogerá –así lo espero—con el último abrazo maternal de la muerte.

    No me ha sido dado otearla, en panorama cinematográfico, desde un avión, pero sí columbrarla a partes, a regiones, desde sus cumbres.

(…)

    En esta mano, entre sus dedos, entre las rayas de su palma, vive una humanidad; a este paisaje le llena y da sentido y sentimiento humano un paisanaje. Sueñan aquí, sueñan la tierra en que viven y mueren, de que viven y de que mueren unos pobres hombres. Y lo que es más íntimo, unos hombres pobres. Unos pobres hombres pobres. Y algunos de estos pobres hombres pobres no son capaces de imaginar la geografía y la geología, la biografía y la biología de la mano española. Y se les ha atiborrado el magín, que no la imaginación, con una sociología sin alma ni espíritu, sin fe, sin razón y sin arte. ¡Hay que ver la antropología, la etnografía, la filología que se les empapiza a estas frívolas juventudes de los nacionalismos regionales! ¡Cómo las están poniendo con los deportes folklóricos, los bailes dialectales y las liturgias orfeónicas! ¡Qué paisanaje están haciendo al paisaje!

    Aunque… ¿Paisanaje? No, estos no serán nunca paisanos, hombres del país, del pago, de la patria que en el paisaje se revela y simboliza; no serán paisanos o si se quiere aldeanos.  Y sin ser aldeano, paisano, no cabe llegar a ciudadano. El espíritu, el pneuma, el alma histórica no se hace sino con el ánima, la psique, el alma natural, geográfica y geológica si se quiere. Esos, los de la diferenciación, suelen ser señoritos de aldea, que no aldeanos, cuando no algo peor y es señoritos rabaleros de gran urbe, rabaleros aunque vivan en el centro de la populosa aldea. Son los que han inventado lo del meteco, el maqueto, el forastero o sea el marrano. Ellos se creen, a su manera, arios. No verdaderos aldeanos, paisanos, hombres del país –y del paisaje--, no cabreros o Sanchos, sino bachilleres Carrascos. En el fondo resentidos; resentidos por fracaso nativo.

    Les conozco a esos pobres diablos; les tuve que sufrir antaño. Querían convencerse de que eran una especie de arios, de una raza superior y aristocrática.  Conocí más de uno que en su falta de conocimiento de la lengua diferencial del país nativo estropeaba adrede la lengua integral del país histórico, de la patria común, de esa mano que nos sustenta, entre Mediterráneo, Atlántico y Cantábrico, a todos los españoles. Su modo de querer afirmarse, más aún, de querer distinguirse, era chapurrear la lengua que les había hecho el espíritu.

    Y luego decir que se les oprime, que se les desprecia, que se les veja, y falsificar la historia, y calumniar. Y dar gritos los que no pueden dar palabras.

    “Pero ¿Es que usted les toma en serio?”, se me ha preguntado más de una vez. ¡Ah!, es que hay que tomar en serio la farsa. Y a las cabriolas infantiles de los incapaces de sentir históricamente el país. Todo lo que en el fondo termina en la guerra al meteco, al maqueto, al forastero, al inmigrante, al peregrino, termina en una especie no de ley, pero sí de costumbre de términos comarcales o regionales. Cuestión de clientelas. Y como si fuera poco la supuesta lucha de unas supuestas clases, viene la de las flamantes naciones.

    ¡A dónde he venido a parar desde la contemplación, desde la imaginación del paisaje y del país de esta mano de tierra que es España! Mano y lengua. Lengua de tierra en el extremo occidente de Eurasia, en vecindad de África. Mano que cogió a América y lengua que le habló en su lengua. Y desde arriba otra mano le señaló su misión, su historia. Por encima de regímenes.

 

Publicado en Ahora; Madrid, 2 de Agosto de 1933

Miguel de Unamuno.

 

Algunos términos utilizados y su definición de la RAE:

*Pneuma: Aliento racional que, en la filosofía estoica, informa y ordena el universo (RAE)

*Ánima: En la doctrina católica, alma que aguarda su purificación en el purgatorio antes de ir a la gloria (RAE).

*Columbrar: Divisar o ver desde lejos algo, sin distinguirlo bien. (RAE)

*Empapizar: Atragantarse comiendo o bebiendo. (RAE)

*Paisanaje: Conjunto de paisanos (RAE).

* Rabalero: Dicho de una persona: que se comporta y habla de una manera zafia. (RAE)

*Meteco: En la antigua Grecia, extranjero que se establecía en Atenas y que no gozaba de los derechos de ciudadanía. (RAE)

Foto de la sierra de Candelario (Salamanca)

 

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