¿Y si me encuentro con un oso??

   Se estima que cada año muere una persona en Europa por ataque de grandes carnívoros (sin incluir a Rusia), normalmente estos sucesos suelen tener lugar en Rumanía, donde diversos factores se suman para dar este resultado. La presencia de un oso, por ejemplo, en un entorno causa intranquilidad y miedo en muchos de sus habitantes,  miedo que no deja de ser  una medida de precaución que permitió y permite la supervivencia de nuestra especie. Aparte de los conflictos que generan los grandes carnívoros (ataques al ganado, destrozo de colmenas y frutales…), ese desasosiego no deja de ser otro conflicto más.

    Una exposición repetida a las personas sin consecuencias negativas genera la habituación al hombre. Normalmente esa habituación se produce cuando el animal  asocia al ser humano y sus infraestructuras con fuentes de alimentación, pero simples contactos frecuentes pueden provocar también esa familiarización. Para evitarlo existen métodos de refuerzo negativo que, en países donde hay más presencia de oso, se implementan con cierta frecuencia y buen resultado.

    ¿Por qué es negativa la habituación? Por incidir en el oso pardo, decir en primer lugar que el oso es un animal salvaje y como tal, imprevisible. Aunque muy estudiado, sigue siendo peligroso y cualquier encuentro puede terminar con alguien herido o con consecuencias mucho peores.  Esas conductas además, al poner en peligro nuestra vida, ponen en serio riesgo la del propio oso, que tendrá más posibilidades de caer muerto a manos del hombre, lo que debe poner algo de freno a aquellos que simplemente salen a la naturaleza a ver animales salvajes, aunque tengan buen propósito y se consideren conservacionistas. Para ello existen empresas serias que organizan viajes con todas las medidas de precaución para que aquéllos cuyo interés en la naturaleza sea ver animales emblemáticos como el lobo o el oso, puedan satisfacer esa curiosidad de manera segura para ellos y el propio animal, evitando así la familiarización de estos con el hombre. Los ataques suelen ser por encuentros fortuitos, pero con osos habituados se pueden provocar situaciones donde la imprudencia por nuestra parte sea la causa del peligro. Osos que por otra parte, serán o bien recluidos o bien matados para evitar futuros encuentros. Personalmente a mi me colma suficientemente el hecho de estar en una zona donde la naturaleza cuente con todos sus recursos y simplemente encontrar los rastros de esa fauna; no quisiera nunca toparme con ningún animal salvaje pese a la fascinación que me produce por ejemplo el oso pardo, ni tengo interés alguno en hacer esperas de varias horas con el consiguiente madrugón para verlo con un telescopio a un kilómetro de mi en la ladera del monte que hay enfrente. Reconozco que al caminar en horas vespertinas por entornos naturales razonablemente preservados a los que acudo puede aumentar exponencialmente, según pasan las horas, las probabilidades de encuentros con fauna, pero también trato de hacer notar mi presencia por el entorno para que esos habitantes del medio natural sepan que por allí deambula alguien a quien no esperan y puedan huir o simplemente observar prudentemente desde la distancia mis pasos, acompañados de palmadas de vez en cuando, y alguna voz o silbido cada pocos metros.

    Que el oso se acerque a comer a pueblos puede tener simplemente un condicionante alimenticio, pero también  tratarse de algo basado en su comportamiento, ya que sus relaciones intraespecíficas pueden provocar que osos jóvenes y osas con crías, busquen refugio y alimento fácil más cerca del ser humano, evitando así la presencia de grandes machos que pondrían en serio peligro su vida, ya que estos suelen ocupar los mejores cuarteles del monte en cuanto a alimento. Si falta alimento en la naturaleza o es muy atractivo para el oso el alimento de los pueblos, se podrán ver osos más grandes cebándose junto a los pueblos, si son hembras con oseznos o jóvenes quienes campan por los pueblos, suele ser porque huyen de los grandes osos o se ven desplazados. Así explican ciertos encuentros con osos en la zona de los Cárpatos en Rumanía, donde según algunos diarios, recogen que sólo en 2019 hubo 8 fallecidos por ataques de oso que abandonaron su hábitat en busca de comida. Ciertos sectores lo achacan a la prohibición de su caza desde 2016, en sentido contrario los grupos ecologistas mantienen que son las imprudencias de los humanos. En lo que coinciden unos y otros es en que el acercamiento de osos jóvenes y hembras con crías a las ciudades es la causa de estos ataques, y ello es debido a que los grandes ejemplares de oso acaparan la comida en sus hábitats naturales viéndose obligados a acercarse a las ciudades y granjas para alimentarse de basura y otros alimentos. Para ello, se barajan medidas por parte del ministerio como volver a autorizar su caza, lo cual es contrario a lo que opinan organizaciones como WWF, que aboga por reducir la intervención humana en esas zonas para que las poblaciones se regulen por sí mismas y dejen de acudir a alimentarse a poblaciones y zonas habitadas. Medida esta última muy estudiada y efectiva, aunque nunca a corto plazo, pero de mayor eficacia que la caza, que no deja de ser “una especie de legalización para la caza de trofeos”, que decía Greenpeace y que como está demostrado en poblaciones de cualquier otro animal, sobre todo en grandes depredadores, sería causa de mayores desajustes a largo plazo, pues sólo se controla un número, no el estado de la población. En España,  Vincenzo Penteriani, uno de los responsables del estudio de la UMIB sobre ataques del oso en el mundo entre 2000 y 2015, e investigador del CSIC, en una conversación con El Comercio tras el ataque de un oso en Cangas de Narcea el año pasado a una señora que iba caminando por la carretera como hace habitualmente, anota que «no podemos considerar como un hecho automático que el aumento de la población de oso conlleve un incremento de los ataques, porque estos son fenómenos muy complejos, en los que intervienen multitud de factores». De hecho, explica que «no hay una relación directa entre aumento de densidad de población osera y de ataques en la Cordillera Cantábrica, porque aquí, las osas con crías suelen distanciarse de las zonas de paso habituales de los humanos», mientras que «en otras partes de Europa, como en Rumanía, donde hay bastantes ataques de osos, ocurre que estos se acercan a los basureros de las zonas pobladas, pierden el miedo y es más fácil que haya encontronazos». Subraya además que  «en un reciente estudio se muestra algo que puede parecer paradójico. Allí donde se recupera la población de la especie, allí donde hay más osos, estos se van volviendo más tolerantes a la presencia de sus congéneres, porque tienen más interacciones entre ellos, y se reduce su nivel de agresividad tanto entre osos como de los osos a los humanos».

    Precisamente es la universidad de Oviedo la que colidera el estudio sobre ataques de osos a humanos en el mundo entre 2000 y 2015. Se analizaron 664 ataques: 183 en Norteamérica, 291 en Europa y 190 en Asia. Esos ataques muestran un aumento de manera global, tratándose en su mayoría de ataques defensivos, de los que el 14’3% resultaron mortales para el ser humano. En Europa, el 6’6 % de esos ataques fueron mortales, el 13’1 en Norteamérica y  el 32% en Asia.  Este trabajo ha sido realizado por 78 investigadores de todo el mundo y ha sido dirigido por la Universidad de Oviedo, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas y la Academia de las Ciencias de Polonia. Es la primera descripción global de encuentros físicos de osos pardos y humanos.

    Indica el estudio que el número de ataques donde se caza el oso es similar al de países donde no se caza, siendo, como se ha dicho, los ataques defensivos de osas con crías los más frecuentes (47%), seguidos de los ataques por encuentros repentinos a corta distancia (20%), presencia de perros (17%) y por osos heridos o atrapados (10%). Los ataques predatorios también fueron considerados, sacando un porcentaje del 5%.

    En Europa (oeste de Rusia) la mayoría de estos ataques se registraron en Rumania (131), Eslovaquia (54), Suecia (28) y Finlandia (17). En Norteamérica la mayoría se produjeron en Alaska (51) y Columbia británica (42), seguidos por Wyoming (29), Montana (25) y Alberta (18). Dentro de Asia (estadísticas parciales), 111 casos se registraron en Rusia, 25 en Irán y 54 en Turquía. En España se han registrado en ese periodo (recordemos, entre 2000 y 2015) seis casos. Cinco en la Cordillera Cantábrica y uno en Pirineos.

Se articula también en el estudio que el comportamiento normal del oso ante el ser humano es evitarlo, cosa que a veces no es posible en zonas donde coexistimos. (https://www.elcomercio.es/asturias/universidad/ataques-oso-pardo-seres-humanos-universidad-oviedo-20190612113538-nt.html; https://www.eldiario.es/andalucia/la-cuadratura-del-circulo/ataques-pardo-humanos-perspectiva-mundial_132_1492685.html).

 

    La población de osos va creciendo pero no el espacio que ocupan, por lo que la competencia intraespecífica es mayor y la presencia de osos junto a poblaciones será mayor también.

En cuanto a las osas con crías, su presencia es, tal y como explicamos, para evitar machos en época de celo. Esto se da en primavera, y tiene su explicación dado que la tasa de mortalidad de oseznos por infanticidio es bastante elevada, en comparación con otras causas de mortalidad, priorizando la seguridad y dejando en segundo plano el alimento. La cordillera cantábrica está muy humanizada y los conflictos irán por lógica aumentando a medida que vaya aumentando la población osera. Basuras, comida de perros, frutales… son algunos de los condicionantes que tiene el oso para arrimarse a los pueblos, reducir esto terminará o al menos minimizará el riesgo de encuentros y de habituación.

(https://www.nationalgeographic.es/animales/2021/02/los-osos-grizzly-estan-recuperandose-pero-aumentan-interacciones-con-humanos).

 

    La fundación oso pardo, en un estudio realizado en la cordillera cantábrica, concluye que los osos que nos acompañan en España no suelen ser habituales usuarios de contenedores, tal y como sucede en zonas de mayor abundancia de Europa o Norteamérica. Esto lógicamente es debido a la poca densidad de osos, y a que no ha habido condicionantes de aprendizaje en estos. Esto no quiere decir que no los haya, pues es bien sabido y ha provocado revuelo en ciertas zonas la visita del oso para alimentarse. Si bien es complicado echar a los osos que se asientan cerca de entornos urbanos debido a la aludida competencia intraespecífica con osos mayores, sí se puede evitar que se habitúen al alimento, eliminando con ciertas actuaciones, esa peligrosa habituación nada mas ser detectada (condicionamiento aversivo, eliminar contenedores…)

   En su libro sobre osos cantábricos, la FOP recoge un estudio de ataques de oso a personas desde 1989 a 2020, considerando ataque los incidentes en los que el oso acomete voluntariamente contra una persona haciendo contacto físico. Otros como amenazas o cargas no se han considerado ataques, siguiendo así los patrones tradicionales con el fin de evitar la subjetividad, explican en el texto. Hay documentados 7 casos en la cordillera cantábrica (todos en la zona oriental, sobre todo en montaña palentina) y 1 en pirineos. Se trata de encuentros súbitos, alguno sorprendido en encame, interrupciones mientras consumía carroña, presencia de osas con crías, y se da el condicionante de la figura de un perro en algunos casos (Blanco et al. 2019b). En ningún caso el ataque es debido a la depredación. Dos de los casos relata que se debieron a exceso de confianza, bien por seguir las huellas o por saber que era un cebadero donde podía encontrarse el oso, el resto son todos fortuitos sin que nada pudiera hacer ver a que el oso podría encontrarse cerca y menos atacar. En el caso de quien acudió al cebadero, se trata de un profesional que reconoce que el oso simplemente le apartó (tal y como han podido ser en la mayoría de los casos). Normalmente animales asustados que tratan de huir y te arrollan para apartarte de su camino.

    En los parques americanos hay normas publicadas que aconsejan en caso de ataque que la persona se quede inmóvil. El estudio español revela que en dos de los casos, las personas víctimas del ataque se defendieron y fue al cesar esa defensa cuando el oso soltó y se marchó a la carrera.

    En ocasiones es inevitable el encuentro fortuito con animales salvajes, pero en el caso del oso, se han estudiado maneras de minimizar los riesgos de tener encuentros no deseados, empezando por no acercarse, acosarlos e impedir que el perro lo haga al permitirle estar suelto en zona osera. Las osas con crías o los ejemplares que están consumiendo carroña son particularmente peligrosos. Se debe evitar caminar por zonas de matorral denso donde podrías toparte con un oso encamado. También es útil para la prevención ir hablando o haciendo ruido de vez en cuando para que el animal huya antes de producirse un encuentro no esperado. De los ataques descritos, señalar que ninguno se ha producido en pistas forestales.

    Coexistencia y conflicto son proporcionales a la presencia de grandes carnívoros en zonas humanizadas. Las medidas preventivas son la base y única manera de que esa existencia persista. El conflicto entre especies silvestres y ser humano lleva a un comportamiento negativo hacia estas especies  provocando el furtivismo por ejemplo.

La menor tendencia a hibernar o la reducción en el tiempo de la misma, también es causa de mayores conflictos: En zonas donde se caza, tiene más probabilidades de caer abatido si no está en la osera, como es lógico; inviernos más cortos y menos fríos aumentan el periodo donde los osos son más vulnerables a la caza. El turismo tampoco está exento de impactos, con lo que mayor número de personas en el campo aumenta el riesgo de interacciones negativas con los grandes carnívoros. En el caso del oso por ejemplo, el calentamiento global hace que el animal esté menos tiempo en la osera y no encuentre recursos tróficos suficientes, lo que provocará más presencia en zonas urbanas y el consiguiente aumento de conflictos.

Y sabido esto, ¿Hasta qué punto es positivo cerrar una zona por haberse detectado osos criando? Desde luego que si impides la entrada de todo ser humano, el oso no entrará en conflicto con nuestra especie y deambularán osa y oseznos por todo el territorio cercano a su guarida sin mayor temor o riesgo que lo que la propia naturaleza les depare. En concreto aludo a una zona que recientemente se ha publicado en prensa, dentro de la montaña palentina, y que conozco suficientemente por haberme movido por ella en diversas ocasiones. Es una zona que recibe pocas visitas, pues está próxima a otras más turísticas y con mayores recursos para los visitantes, como el propio Curavacas o la ruta de los pantanos, por poner lo primero que me viene a la memoria. Yo mismo he escogido esa zona en varias ocasiones por eso mismo, su aislamiento. ¿Qué va a suceder ahora que se le ha puesto nombre y apellidos en los medios de comunicación? ¿Seguirá siendo un lugar solitario en la montaña o empezarán a venir cada vez más personas debido al reclamo que supone la presencia del oso y su anuncio en los medios? ¿Acaso no había osos antes por allí y se han mantenido ajenos al devenir de los humanos? en  todos los manuales se indica que para evitar los riesgos se cierre para el ser humano las zonas próximas durante los primeros meses tras la aparición de osa y oseznos después de su estancia en la osera. Aunque se permite la presencia de quienes tienen intereses económicos en el entorno.

    Pero si hay una actividad que realmente perjudica al oso pardo, ya que es causa de muerte de ejemplares cada año, es la caza. ¿Se prohibirá la caza por ser zona próxima a la de campeo de una osa con los oseznos? Quiero recordar el asunto de la osa muerta en Ventanilla, localidad muy cercana a esta, en una cacería autorizada, pese a ser zona frecuente de paso de osos (en concreto una osa murió y su joven esbardo huyó).

Creo que estas medidas no se realizan con mala fe, sino al contrario, pero no creo que sean más que paños calientes para curar una herida abierta, con suerte todo seguirá su curso, pero si sucede algo, siempre se podrá decir por parte de las autoridades encargadas de ello que se ha tomado alguna medida y de esa manera eximir su responsabilidad y su falta de ideas. Es cierto que sin presencia de hombres por allí se minimizan los riesgos de encuentros fortuitos y posibles ataques, pero también es cierto que si quien allí acude es consciente de que lo hace por zona osera, como sucede en todo el territorio de la montaña palentina, seguirá las normas básicas descritas con el fin de evitar ese encuentro. La osa le detectará con la antelación suficiente y mostrará a sus pequeños osos que tienen que huir y ocultarse cuando perciban ese aroma, esos sonidos o esa silueta en lontananza, ese será su aprendizaje, que será positivo para la supervivencia de la especie y para evitar posibles encuentros con el ser humano. Es una opinión muy personal y que a buen seguro es errónea, pero es sin duda más favorable que publicar en prensa dónde hay una osera con la familia oso rondando, para luego prohibir que vayamos. El ser humano no entiende esas cosas y allí acudiremos de alguna manera.

 

    Reconocer una actitud amenazante en el oso es relativamente fácil: Vocalizaciones, chasquido de mandíbula, mirada directa, pavoneos y caminar balanceándose. Ponerse a dos patas no es amenazante, sino síntoma de curiosidad, de intentar vislumbrar para reconocer el peligro. Las cargas intimidatorias las provoca una situación de amenaza percibida o molestia y suelen significar un conminamiento o advertencia  para que te alejes. Usualmente se producen saliendo el oso a unos 30 metros para detenerse a unos 3 a 15 metros, volviendo a alejarse de nuevo. El mooc  sobre grandes carnívoros identifica algunos supuestos que provocan las citadas cargas de intimidación:

El más frecuente suele ser una hembra acompañada de crías a las que protege.

Oso que es sorprendido o molestado consumiendo una carroña

Oso acorralado que no tiene posibilidad de huir tras ser sorprendido.

Oso en su madriguera o durmiendo

Oso sorprendido a corta distancia

Oso que ha perdido el temor al hombre

Y menos usual identifican a oso herido o infectado por la rabia.

¿Qué hacer cuando tienes un encuentro de este tipo?, ahí viene lo complicado del asunto. Hay cosas que salen por puro sentido común, como por ejemplo no acercarse a hacer una foto ni hacerse selfies con el animal furibundo, es tan lógico que hay que decirlo porque no todo el mundo hoy en día piensa racionalmente ni asume las consecuencias de sus actos, simplemente cavila cómo poner mejor foto en la red social de turno. Mantener la calma es fácil de decir, pero difícil de controlar cuando tan colosal animal se acerca a la carrera directo hacia ti. No hacer gestos bruscos ni gritar para que el animal no lo tome como una amenaza, hablar pausado y, si tienes opción, ir alejándote sin correr (para evitar la conducta instintiva de perseguirte)  y sin perderlo de vista. Hay que tener en cuenta que el oso en un abrumador porcentaje, lo que quiere es huir, con lo que facilitar su marcha para que no se sienta acorralado es otro consejo del que tienes que estar pendiente. Y no olvidar nunca el peligro de encontrar un osezno, pues normalmente la madre no andará lejos y, si no te alejas prudentemente, podrías provocar el ataque si te interpones entre ambos.

    Un último recurso: si el oso continúa acercándose, elevar los brazos y gritar, sin darte la vuelta, podría ser útil, pero no atacarle con el bastón o golpearle, pues puede provocar  que el ataque vaya a mayores con mordiscos. Si se da el caso, tratar de acurrucarse tapándose la cabeza e inmóvil, simulando estar muerto.

    No olviemosr que estas son pautas que han sido estudiadas por especialistas basándose en estudios y casos reales de ataques de oso, pero estamos hablando de un animal que, como todo ser vivo, es imprevisible, con lo que a parte de tratar de seguir estas pautas, hay un factor subjetivo que no vamos a controlar y podría salirse de los porcentajes. Por ese motivo siempre hay que seguir las recomendaciones que se dicen para evitar los encuentros con fauna salvaje.

Yo mismo me he topado en diversas ocasiones con jabalíes y su camada, y una vez con un ciervo con el que me crucé a pocos, muy pocos metros, durante la época de berrea. En todos los casos hubo un enfrentamiento, un cara a cara con los animales amenazantes mostrando sus armas. La suerte es que siempre contaron con una vía de escape, una salida, y tras los bramidos (en el caso del ciervo, cuyo aliento noté en mi rostro) y la exhibición de su cornamenta o los gruñidos de los jabalíes, todos ellos se alejaron con rapidez.

    ¿Y el lobo? Pese a la mayor abundancia, es más difícil toparse con uno de manera súbita, pero puede darse el caso. Hay que saber que el lobo, fuera de los cuentos y leyendas populares que le demonizan, su primera acción es alejarse y huir del hombre, aunque se quede mirando curioso una vez esté a la distancia que considere adecuada (que en caso de subadultos con poca experiencia puede ser más corta). Como en el oso y en casi cualquier animal, se puede mostrar agresivo si se ve acorralado (como instinto de defensa), cuando se le agrede o se le roban las crías, si es sorprendido en presencia de presa o carroña (lo cual interpreta como competencia por alimento), o si se trata de un animal troquelado en demanda de sustento. Alejándose uno con calma y guardando la distancia no debería de ir a más, pero en los raros casos de ataques suele ser por tres causas principalmente: la primera por la enfermedad de la rabia, y las dos siguientes podrían ser como resultado de la impregnación o habituación del animal al ser humano, tratándose de ataques exploratorios para examinar al hombre, o ataques predatorios (sobre niños), si bien en Europa y  en referencia a este último caso, no hay datos documentados desde hace unos cincuenta años. En España, los últimos parece ser dos sucesos acaecidos en la provincia de Orense  en los que fallecieron dos niños con pocos días de diferencia por sendos ataques de lobo. https://www.lavozdegalicia.es/noticia/ourense/ourense/2019/06/02/aquello-conmocion-tremenda-tragedia-nacional/0003_201906O2C5991.htm

    Si guardar la distancia no sirve, la recomendación es, al contrario que con el oso, defenderse con todos los medios.

   Dicho todo esto, no nos olvidemos que estamos hablando de animales salvajes. Si el propio ser humano es imprevisible a menudo en sus actos (siendo un animal racional) tal y como vemos en los noticiarios de sucesos cada día, los animales no nos debería sorprender que sus actos no estuvieran acordes a nuestra razón. Durante muchos años hemos humanizado el comportamiento de los animales, les hemos impuesto roles o cualidades humanas como la maldad, la bondad, el valor, el amor entre depredador y presa… Hemos crecido con esas ideas de ficción y las hemos asumido sin pensar que la naturaleza no es un cuento infantil, sino una historia de supervivencia con infanticidios, cainismos, salvajes luchas por el alimento o la cópula con resultados de muerte y muchas más conductas que en nuestro horizonte moral no podemos comprender, pero que en la naturaleza son parte del comportamiento innato de esos animales y contribuyen a la autorregulación del planeta. Ni los osos son como Baloo (el oso bezudo del cuento El libro de la selva), ni los lobos son el malo de caperucita o los tres cerditos. Simplemente son osos y lobos, con las características y virtudes que la naturaleza les ha conferido y gracias a las que se adaptan al mundo en el que les permitimos vivir.

 


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