Las otras grandes montañas de España: Mi primer viaje a Pirineos (otoño de 2015)
Hablar de naturaleza o de montaña en España es también hablar de Pirineos. Siempre quise conocer esta cordillera, pero su lejanía (más de seis horas de viaje desde mi residencia) me persuadía para no emprender la marcha hasta que un día, uno de esos en los que te levantas hastiado, pensando en lo que esperas de la vida y qué pintas allí sin ir a buscarla, monté en el coche después de comer y, sin casi saber por dónde tenía que ir, marché hacia el norte cruzando la España cantábrica hasta llegar a donde tantas veces había soñado pero nunca había imaginado estar.
Amanecí temprano, quería acudir pronto a la pradera de Ordesa para iniciar mi caminata recorriendo el Valle. Al abrir la persiana y asomarme a la ventana me llevé mi primera sorpresa: El día amaneció claro, frente a mí se dibujaba un bosque multicolor que se veía superado por crestas calizas cubiertas de nieve asomando tras él. Sólo esto era impresionante, desayuné rápido para acudir cuanto antes a donde pretendía dar inicio a mi ansiada caminata.
Inmensas paredes verticales cubiertas de un boscaje de frondosas y coníferas rodeaban todo el entorno del lugar donde dejé el vehículo. A partir de ahí, creo que no llegué a cerrar la boca en toda la excursión. Primero quizás por la fatiga de ascender por la conocida senda de los cazadores hasta el mirador de Calcilaruego, pero a partir de ahí, entre el balcón alcanzado y la famosa Cola de Caballo, el entorno era de una belleza sobrecogedora: hacia la pared de enfrente la mirada se perdía por la brecha de Rolando y las cascadas que caían cientos de metros hasta perderse en el valle; siguiendo la estrecha senda que discurre por la faja, se veían en frente y nítidamente el monte Perdido con sus dos compañeros presidiendo el trono que sustenta la citada cascada del río Arazas.
El sendero, siempre en leve descenso, estaba helado en algunos tramos, lo que le confería un cierto toque de riesgo, pero con la debida cautela no se requería material de invierno para sortear los pequeños neveros, helados tras haber recibido el primer aliento del invierno. Cada paso que avanzaba descubría paisajes de ensueño que me obligaban a detenerme para admirarlos, llenando con ellos la tarjeta de mi cámara fotográfica que, si bien no es capaz de retratar la belleza que el entorno exhibe en toda su plenitud, sí que recoge al menos esos rincones para de nuevo vislumbrarlos cada vez que quieras recordar los momentos allí vividos y los sentimientos atesorados. Así fui descendiendo hacia la cascada que pone punto final al valle e inicio a mi retorno por el sendero que discurre en paralelo al río que forma. Si desde arriba las vistas eran espléndidas, desde el fondo del valle el paisaje no solo no desmerecía, sino que se ponía a la par en belleza y espectacularidad, aunque de manera distinta.
El río se va poco a poco despeñando en grandes y pequeños chorros, algunos de ellos de tal ferocidad que arrimarse era sobrecogedor; nunca había visto saltos de agua de semejante altura y fuerza. De esa manera, deteniéndome en cada cascada, atravesando bosques y siempre con la muy próxima referencia del río, llegué a la pradera de Ordesa, más de ocho horas después de haber partido por la mañana, pero con el alma totalmente invadido por el paisaje, un recorte de nuestro planeta que siempre llevaré en un rincón de mi memoria.
Pocos años después quise volver a Pirineos y no pensé en descubrir más lugares sin recorrer de nuevo este sendero, volviendo a pisar sobre las huellas que anteriormente cincelé. Es esta una excursión que cada persona debería de afrontar al menos una vez al año, fuera de las épocas de mayor afluencia, quizás de esta manera los problemas de la civilización se verían ensombrecidos y empequeñecidos por la magnificencia que allí exhibe la Naturaleza.
En este folleto extraído de la web del ministerio vienen algunas de las rutas del parque, entre las que se encuentra esta que he descrito:
https://www.miteco.gob.es/es/red-parques-nacionales/nuestros-parques/ordesa/senderos-pnomp_tcm30-66636.pdf
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