Frente a los Picos de Europa, el pozo Llao.

   
 

A menudo descubres que cuando anhelas algo de lo que te han hablado, lo buscas y nunca lo encuentras, al final cuando logras descubrirlo, te decepciona. Quizás sea porque las expectativas dibujan una desmedida imagen idealizada, trazándose al descubrirlo una realidad más sobria. Te ha pasado cuando te contaban una película y, de tantas veces que te lo han dicho y tantas expectativas que tenías puestas en ella, al verla al fin, te decepcionaba. Lo mismo sucede con un libro o, más recientemente si se me permite, cuando tras familiarizarte viendo a diario a alguien con la mascarilla, te decepcionas al ver a esa persona sin ella. Tu mente había trazado unos rasgos perfectos debajo del higiénico accesorio que nos ha cubierto estos años y, al verla desprovista del mismo, tu autoengaño provoca que esos caracteres que creías armoniosos, perfectos, te causen decepción. La realidad queda por debajo de las expectativas. Excepto en la naturaleza. ¿Cuántas veces te han contado lo espectacular de un paisaje y cuando has llegado a él, te has quedado sin palabras?

    Llevaba muchos años queriendo conocer un paraje en los Picos de Europa, más concretamente frente a la pared que, por inverosímiles canales o a través del teleférico de manera menos agónica, constituye una entrada hacia el macizo central, en Fuente De. Una sencilla pero empinada pista te conduce desde la quesería del pueblo de Pido, a través de un bosque y siempre junto al arroyo, hasta una cabaña desde la que las vistas ya son un espectáculo si las nubes no cubren las montañas circundantes. Hasta ahí había llegado ya varias veces y, en todas las ocasiones ese fue mi punto final. Unos porque la nieve cubría el tramo que debía de acometer hacia el destino que pretendía y, sin material específico no era adecuado encaramarse, otros simplemente por desconocer cuál era el sendero por el que debía de seguir progresando errando en sucesivos intentos y otras por la simple fatiga física, nunca había pasado de allí. Una recompensa suficiente para el esfuerzo al grabar en tu memoria tan magnífico paisaje, pero siempre quise conocer aquel paraje y, hoy por fin, tras el continuado esfuerzo durante el tramo de pista entre el hayedo, una vez llegado al coqueto refugio esperaba allí toda la cabaña ganadera expectante, muchas más cabezas de las que había visto en las diferentes ocasiones a las que había ascendido hasta allí. Era como si se hubiesen reunido vacas y caballos de todos los valles vecinos para asistir a la consecución de mi reto personal. Y no podía decepcionarlos, así que por fragosos senderos seguí paralelo a un arroyo los metros que me quedaban de desnivel hasta encontrar el escondite donde sobrevive el pequeño lago. Un lugar recóndito, alejado de las masas que, a escasos dos kilómetros, hacen cola para subir en la cerrada cabina del teleférico y asomarse al vertiginoso mirador, para ver desde la distancia el lugar donde ahora me encuentro.
Las paredes calizas se reflejan en la pequeña masa de agua y, sentado sobre la hierba agostada, sólo se percibe el rumor de las chovas en los cercanos cantiles y los ya lejanos cencerros del ganado que dejé en la cabaña, mientras la vista recorre toda la majestuosidad de los macizos central y oriental de Picos de Europa al tiempo que, a tu espalda, el pico Coriscao te llama para que afrontes sus rampas hasta ganar su panorámica cima. Pero hoy los planes van por otro lado, busco la soledad, la naturaleza y, a media ladera entre el valle y el cordal del Coriscao, decido discurrir a través de un estrecho sendero sobre el hayedo que, en pocos kilómetros, me lleva a una majada desde donde una empinada pista da comienzo, descendiendo bruscamente a través del bosque hasta otra que, ya sin muchos desniveles, me devuelve tranquilamente a Pido, donde remojo mis cansados pies en un recogido y discreto rincón del arroyo para retornar de nuevo a la civilización, habiendo abandonado buena parte de los tóxicos que ésta había depositado en cuerpo y mente, diluyéndose entre los solitarios parajes de los puertos de Salvorón y el discreto y recóndito pozo Llao.


https://es.wikiloc.com/rutas-senderismo/entre-pido-y-fuente-de-pozo-llao-ruta-circular-98889049 


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