Nuestra relación con el oso

 

    Nuestra común historia con los osos comienza hace muchos años; se habla de más de un millón de años cuando los primeros homínidos pisaron Europa, procedentes de África, y se toparon con el Ursus dolinensis (probablemente originario de Asia). Posteriormente fue el Ursus deningeri quien convivió con los descendientes de esos primeros homínidos (hace entre 600.000 y 200.000 años). El paralelismo entre ambas especies es asombroso: la búsqueda de frutos en verano y otoño, la caza y aprovechamiento de otros animales, usaban las mismas cuevas (interesantes hallazgos en Francia, en la cueva de Chauvet o en la más cercana y nuestra Altamira) y recorrían largas distancias para hallar alimentos.

    Casi simultáneamente al homo Neanderthalensis, aparece el oso de las cavernas (Ursus spelaeus), cohabitando en Europa durante miles de años. El neandertal empieza a perfeccionar sus técnicas de caza y armas, adquiriendo capacidad para dar muerte a los osos.

    Hace unos 180.000 años entra en escena el oso pardo, procedente de Asia. Ambos úrsidos coexisten  durante miles de años, compitiendo por parte de la dieta. Hace unos 60.000 años, nuestra propia especie (sapiens) coexiste con los neandertales que habitaban Europa. Los paralelismos entre osos y hombres llegan hasta ese extremo.

Esta nueva especie, el homo sapiens, desarrolla mejores técnicas de caza y comienzan a modificar la tierra y a domesticar animales. Comienza la agricultura y la ganadería hace unos 10.000 años y con ella la competencia con el oso y la persecución de éste por parte del hombre. El oso cavernario se extingue hace 12.000 años se cree, mientras oso pardo y nosotros nos empezábamos a expandir por el continente.

En resumen:

   Homo antecessor- Ursus dolinensis;

   Homo heidelbergensis- Ursus deningeri;

   Homo Neanderthalensis- Ursus spelaeus;

   Homo sapiens- Ursus arctos.

Cada especie de homínido se podría decir que ha vivido en paralelo con la de los osos, aunque con extensos solapamientos.

    Damos el salto hasta la edad media. Allí las monterías se tomaban como un entrenamiento para la guerra dado el carácter táctico y estratégico que suponían y en muchos lugares estaba vedada para el pueblo. Entre las especies a cazar, el oso era la más apreciada, seguida por el jabalí (tal y como relata el propio rey Alfonso XI en su libro de la montería). El chuzo era por entonces el arma más usada para dar muerte a los osos. Esa relación exclusiva entre oso y nobleza a la hora de su caza, terminó en el siglo XVI, cuando la nobleza se hizo más “refinada” y dejaron de interesarse por la lucha con el plantígrado. La administración del poder cambia del medio rural, a estar radicada en unas Cortes centrales en la ciudad.  El oso entonces pasó de protegido a proscrito, el pueblo se quería vengar de los daños causados a sus bienes, comenzando así su mayor regresión evidenciada durante los siguientes dos siglos. Los nobles empezaron a cazar ciervos, pero ya sólo como diversión, no entrenamiento para guerrear y el oso se convierte en alimaña y es dejado en manos del pueblo. En 1558, las Cortes de Tudela liberalizan la caza de osos, lobos y zorros “en todo tiempo y a toda clase de personas”. Hay pagos por muerte de osos ya conocidas en el siglo XVI. Además de la recompensa por darle muerte, la piel se vendía bien y la grasa era muy valorada (el “unto” de oso para el reuma). Las crías se apresaban y eran vendidas a gitanos centroeuropeos para su exhibición, bailando al son de algún instrumento musical.

    El oso perdió su hábitat ante el empuje de la mesta, donde los bosques fueron talados con el fin de crear pastos para el ganado ovino. La creciente demanda de madera para la construcción de barcos; las desamortizaciones, que permitieron que bosques enteros fueran talados para venta de madera; el carboneo para la industria siderúrgica… fueron terminando con los extensos bosques. Incluso se quemaban arboledas que lindaban con prados para evitar que los depredadores se ocultaran en ellos, y pusieran en peligro al ganado doméstico.

    Venablos, picas o chuzos, trampas, cepos, armas de chispa, escopetas, rifles… Todo tipo de armas se han usado para matar al oso, incluso piedras cuando se le acorralaba. En 1952 hubo una veda temporal de 5 años con el fin de poder recuperar las poblaciones para poder seguir cazándolos. En 1967 la administración tuvo que volver a protegerlo e impedir su caza en las reservas nacionales dada la cantidad de osos abatidos legal (28) y furtivamente (a saber) en esos 10 años. Ya quedaban muy pocos osos. Una estima poblacional publicada por ICONA y que se puede ver en la página web del ministerio da el número de 60 osos en la cordillera cantábrica (50 en el núcleo occidental, 10 en el oriental.- Datos de Notario 1970)

    Muchas voces empiezan a levantarse a favor de la naturaleza y, en 1973 comienza la protección definitiva del oso y cambia su destino, que era la extinción en España, para hoy día estar hablando de unos 300 ejemplares en toda la Cordillera Cantábrica.

    Félix Rodríguez de la Fuente despertó nuevas sensibilidades en la sociedad y apaciguó en algo la guerra de puntos de vista tan dicotómicos entre el medio rural y el urbano con respecto al oso pardo y otros personajes de nuestra fauna autóctona.

Datos extraídos de mooc grandes carnívoros; FOP; FAPAS; libro "humanos y osos, una historia paralela" que recomendaría buscar y leer a todo el que guste de estos temas (creado con motivo de la exposición del mismo nombre en 2006  y publicado por Caja Cantabria y FOP ); Demografía del oso pardo en la cordillera cantábrica, de Clevenger y Purroy;

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