Mi lugar en el mundo
Son muchas las ocasiones en las que acudo a la montaña para estar solo, para huir de todo aquello que me recuerde remotamente al ser humano con quien convivo en mi ciudad, para huir de mí mismo y situarme frente a mi yo ancestral, ese que se encuentra cómodo en terrenos desfavorables.
Son ocasiones en las que busco un lugar remoto para ocultarme de la civilización, de las vociferantes algaradas de las excursiones que acuden a los lugares más emblemáticos, por su belleza, de nuestra naturaleza. Tan solo quiero formar parte de un entorno en el que aún nadie ha borrado con sus pisadas las huellas de aquella osa y su retoño que por allí camparon tras las últimas lluvias dejando su impronta marcada como una fotografía de otra vida, de otro mundo. Mirar a mi alrededor tras encaramarme en algún alto y sólo ver Naturaleza, picos nevados en los que la distancia oculta la masificación que soportan un domingo soleado de invierno, bosques infinitos, prados que ya muestran el verde previo a una casi inminente floración de los narcisos, después de haberse despojado de su manto invernal y ríos que descienden caudalosos, alimentados por esas cumbres que van fundiéndose.
Permitid que me guarde el secreto
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