Ver o sentir osos.

 

    Si excluimos a Rusia (no por ideología política u otras cosas, sino porque algunas estimas hablan de unos 140000 osos y aún hay lugares casi sin explorar), en Europa existen 8 poblaciones con un número aproximado de 16.000 osos, repartidos en 22 países:

        La Escandinava-Báltica-Carelia: 3400-1700-700 animales como población estimada

        Cárpatos: 7200 de población estimada

        Alpes dináricos-Pindo: 3000 de población estimada

        Balcanes orientales: 600 de población estimada

        Apeninos-Abruzos: 50 de población estimada

        Alpes (Trentino): 60 de población estimada

        Pirineos: 70 de población estimada

        Cordillera Cantábrica: 300 de población estimada.

    Entre las amenazas a esta especie, se cuentan diversos factores como la caza ilegal (furtivismo), accidentes de caza (cada vez más habituales o con más repercusión), destrucción y fragmentación del hábitat, el tráfico rodado y la endogamia (provocada por la escasez de ejemplares). Recordemos que en 2004, un supuesto accidente de caza terminó con la vida de Cannelle, la última osa de origen pirenaico. Actualmente en Pirineos los osos que viven son de origen esloveno, tras sucesivas sueltas, o sus descendientes. Entre ellos está Canelito, el hijo de Cannelle y Neré (un macho de origen esloveno).  Canelito es el único oso con genes de la especie autóctona pirenaica.

    El escaso número de ejemplares provoca riesgos demográficos, debido al gran impacto que causa la pérdida de un solo individuo. Asociado está el riesgo genético, ya que la endogamia que provoca el poco número de osos provoca una disminución de la fecundidad, de la supervivencia, modifica la edad de madurez y es causa probable también de malformaciones físicas.  Las actividades humanas como infraestructuras viales, agrícolas, estaciones de esquí o los incendios, provocan la destrucción de su hábitat, fragmentándolo y formando poblaciones aisladas, lo que provoca reducción de intercambio genético, alterando la diversidad genética de las poblaciones. Es como la pescadilla que se muerde la cola.

    En cuanto a su hábitat, y ciñéndonos ya  a nuestros osos, la cordillera cantábrica mantiene la población entre los 1000 y 1800 metros de altitud, habitando en áreas que están entre las zonas de intensa actividad agrícola y  ganadera y el límite subalpino, dentro de un mosaico formado por zonas de rocas, hayedos, robledales, abedulares, arandaneras, matorral y praderías. En Pirineos el límite está entre los 1300 a 1800 metros de altitud, frecuentando también los bosques (hayedos, abetales, pinares de pino silvestre y pino negro) y zonas de matorral subalpino y pastizales.

    A medida que la población osera se vaya recuperando habrá, como es lógico, mayores probabilidades de tener encuentros con este animal. No es un animal agresivo, al menos las poblaciones de oso pardo que tenemos en España, pero no deja de ser un animal salvaje y como tal, es impredecible y peligroso, con lo que en todo lo posible se habrá de evitar estos encuentros. Normalmente no te darás cuenta de la presencia del oso, ya que su olfato y oído le avisarán de nuestra presencia con la suficiente antelación para alejarse de manera discreta. Aunque hay incidentes entre personas y osos, normalmente son muy pocos los que están documentados y ninguno con consecuencias fatales para nosotros. Esencialmente se trata de un ataque o carga, con la que hace frente a la amenaza (nosotros) y tras esto la huida a la carrera, pero repito lo impredecible del comportamiento animal. El mayor peligro estriba en toparse con una hembra y sus cachorros, o en sorprender a un oso comiendo carroña o en la osera. Como todos los animales, el oso herido también es peligroso. Los perros, que en ocasiones nos acompañan en nuestros paseos por la montaña, también son causa de ataques de oso, ya que el propio cánido descubrirá al plantígrado y, tras el susto, huirá para protegerse con nosotros, atrayendo tras de sí al también sorprendido oso.

    Yo suelo caminar por zona osera en la montaña palentina y durante todos estos años que llevo recorriendo en silencio las sendas y caminos, a cualquier hora del día, incluso al atardecer o de noche, nunca he tenido encuentros con osos. He encontrado sus huellas, excrementos y rastros como arañazos en troncos de árboles. La experiencia me ha dicho que en alguna ocasión he estado cerca de algún animal, que a poca distancia y oculto observaría mis pasos hasta alejarme y seguir con su hiperfagia. Entre otras cosas, cuando voy solo, sobre todo ya en las horas vespertinas, suelo provocar ruido para evitar cualquier encuentro, bien dando alguna palmada de vez en cuando, o recitando cada ciertos minutos el clásico “hola, hola, hola” que sueles escuchar antes de los conciertos para probar la megafonía, pero sin estridencias ni gritos, un simple hablar pausado sirve.

    ¿Y qué indicios de presencia puedes observar? Sus huellas son inconfundibles y no difíciles de descubrir si vas prestando suficiente atención al entorno. El varo de las patas delanteras es muy característico, tiene una marcha en ambladura (primero posa la pata anterior derecha y posterior derecha, después la anterior izquierda y posterior izquierda…) y las uñas quedan impresas en la tierra. Los excrementos suelen ser trozos de unos 5 cm de diámetro y de entre 5 y 10 cm de longitud, poco olorosos (salvo que hubiera ingesta de carne), pero su aspecto y composición depende mucho de la época del año y la dieta.

    Es frecuente en estas zonas oseras ver deteriorados y roídos los carteles de las señalizaciones de rutas, suelen ser obra del oso pardo, así como arañazos y mordeduras también en los árboles. En esos lugares donde además se frota, suele dejar pelos de coloración variable, y de dos tamaños: La jarra, poco ondulados y largos, de 2 a 15 cm. Y los de la borra, ondulados y cortos (hasta 5 cm.).

    Las madrigueras o encames suelen ser naturales o excavadas por el animal, en lugares escarpados de muy difícil acceso de la que es mejor no dar más detalles de ubicaciones. Otros indicios ya comentados son la destrucción de hormigueros o tocones de árboles para alimentarse de larvas, o las piedras voluminosas volteadas (en este último caso, el jabalí y nosotros mismos, el ser humano, también lo hacemos, aunque el suido no suele voltear, sino desplazar en horizontal la roca al empujarla).

    Entonces, si encontrarse con él puede resultar peligroso, incluso fatal para nosotros, si ataca nuestro ganado, aunque sea de manera residual, destroza las colmenas de donde extraemos la miel, puede terminar con una plantación de cerezos o manzanos para alimentarse, ¿Por qué conservar a este animal dañino, a esta alimaña?

    “Piensa como una montaña” decía Aldo Leopold. Si alguien se hace esa pregunta, debería de salir más a la naturaleza sin pretensión alguna, simplemente por el goce de permanecer unas horas allí, empaparse de sus aromas y sonidos, ver a los animales de verdad, no como si fuera una película de la televisión donde solo se ven elefantes, leones o búfalos luchar por la supervivencia. Solo hay que pararse a conocer la naturaleza con la que convives y la respuesta no va a surgir, simplemente la pregunta se irá deshaciendo.

El hombre y el oso han vivido desde siempre juntos, tal y como trataré de explicar en la siguiente entrada.

*Foto caminando por zona osera cercana a Villablino (León)

*huellas de oso y señal de pr posiblemente dañada por el oso.

** Datos extraídos de Mooc grandes carnívoros, publicación de Edilesa "el oso pardo, un gigante acorralado", y diversos artículos de FOP y Fapas.

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